Tamaulipas: esto es otra cosa

La Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) había puesto en el escenario informativo el dato frío, escalofriante, pero para muchos pasó inadvertido en un ambiente enrarecido por la violencia criminal que con frecuencia nos presentan como enfrentamientos entre bandas de la delincuencia organizada. Entre septiembre de 2008 y febrero de 2009, grupos criminales secuestraron a nueve mil 758 migrantes. Un cálculo de la cifra extraoficial, que incluiría casos no detectados, podría llegar a 20 mil para el mismo periodo.

Un semestre de miedo, de horror, para quienes transitaban desde sus países de origen, habiendo cruzado la Frontera Sur de México. Cada día de ese semestre —y nada nos indica que los anteriores o los posteriores hayan sido distintos—, más de 54 migrantes que iban en pos de un futuro mejor, de un empleo, de una manera de tener sustento, simplemente fueron arrancados de su trayecto por organizaciones que tienen en el tráfico de personas su emporio criminal.

Leo la nota del colega Salvador Camarena en la página del diario español El País, el miércoles 25 por la noche. El relato de la ejecución de 72 migrantes ocurrida en un rancho de Tamaulipas, presumiblemente a manos de Los Zetas, está teñido de estupor.

Escribe el corresponsal Camarena: “Lo peor del horror es cuando se vuelve impredecible. Cuando, por ejemplo, una narcofosa ya no es una narcofosa. Cuando uno tiene que abrir una nueva categoría ante el hallazgo, en la noche del martes, de 72 cadáveres en Tamaulipas, en el Noreste de México (…) Al fin y al cabo, en México saber que de repente aparecen decenas de muertos ya no es noticia. Pero que sean extranjeros cambia mucho las cosas”.

Por supuesto que las cambia. Desde el propio miércoles, no sólo en los países de origen de los migrantes acribillados sino en otras latitudes del mundo, se discute sobre la política y las prácticas asociadas a la migración que se practican en México.

Tan cambian las cosas con este hecho espeluznante, detectado gracias al testimonio de un ecuatoriano sobreviviente a la masacre, que Amnistía Internacional (AI) ha colocado la marca: lo que ahora haga el Gobierno del Presidente Felipe Calderón frente a esta sacudida será el “emblema” de si es capaz o no de garantizar los derechos de los migrantes que cruzan territorio mexicano.

A lo dicho por AI se han sumado voces de otras organizaciones defensoras de los derechos humanos que nos han recordado —porque bien lo sabemos, aunque nos lastime y las autoridades no lo admitan— que todos los días hay secuestros de migrantes que pasan en los trenes que van a la frontera estadounidense, y que, a los que no pueden pagar por su liberación, se les mata.

¿Quién se hace responsable por esta violencia?