Viernes, 22 de Noviembre 2024
México | Por Jorge Zepeda Patterson

Si Calderón fuera Dios

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Por: EL INFORMADOR

Alguien tendría que decirle a Felipe Calderón que se ponga a trabajar en un plan B, por aquello de que tuviera que entregar el poder en 2012. Más aún, si queremos ser realistas, ése debería ser su plan A. Y es que en efecto, hay una alta probabilidad de que el Partido Acción Nacional (PAN) se encuentre convertido otra vez en partido de oposición justo dentro de dos años.

Es comprensible que todo grupo gobernante haga hasta lo imposible para sostenerse en el poder, y Calderón y los suyos no son la excepción. El agresivo y militante discurso del Presidente, hace unos días, en que sataniza cualquier apocalíptico regreso de todo partido que no sea el PAN, deja en claro que defenderá el poder con un cuchillo entre los dientes.

Pero cada vez es más evidente que contra la aplastante división panzer que se le viene encima no habrá cuchillos, dientes o rabietas que hagan mella.

En otras palabras, el PAN tendría que estar pensado en “el día después”. Es decir, en la construcción de un futuro donde la oposición y la sociedad civil tengan el máximo de oportunidades para exigir la rendición de cuentas, para cuestionar excesos de la autoridad, para denunciar eficazmente prácticas viciadas. Por desgracia, en los últimos años Calderón ha estado haciendo justamente lo contrario.

Hace 15 años, Luis H. Álvarez hizo una huelga de hambre durante 40 días e interrumpió la circulación en un puente fronterizo entre México y Estados Unidos, en protesta por un fraude electoral local. Con las nuevas leyes y las atribuciones de los cuerpos policiacos que deja Calderón, me pregunto qué pasaría en 2013 con un nuevo Luis H. Álvarez que pretendiese bloquear el paso en alguno de estos puentes. Probablemente terminaría con una condena de 64 años por el delito de secuestro equiparable.

Y es que el PAN, que fue oposición durante medio siglo, se instaló en el poder como si fuera a quedarse los siguientes 30 años. En lugar de utilizar la alternancia para garantizar un entramado institucional que fortaleciera el ejercicio democrático, prefirió abrir fosos y muros para atrincherarse en un castillo transexenal de perenne estandarte blanquiazul. “Primero la gobernabilidad, luego la democracia”, pareció ser la consigna.

Hace apenas unos meses, su ex secretario de Gobernación acusaba a las comisiones de derechos humanos de ser “tontos útiles”, una declaración terriblemente dañina para la tierna y precaria cultura del respeto a las libertades y los derechos de los individuos frente al Estado. Verdadero ladrillo de toda sociedad democrática.

El gobierno calderonista liquidó en la práctica a la Secretaría de la Función Pública y su potencial para combatir la corrupción del grupo en el poder, al designar a secretarios incondicionales. Insisto, ¿qué habría pasado si hubiese pedido, al arranque de su sexenio, a un José Woldenberg o a un Juan Ramón de la Fuente que se hiciesen cargo de ese puesto? Seguramente le habrían dado un par de disgustos serios, pero al final habría construido una institución de contrapeso que futuros gobiernos tendrían que haber respetado. Eso es construir patria. Lejos de fortalecer a esa institución, la liquidó.

De la misma forma ha buscado limitar las facultades del “incómodo” IFAI y sus exigencias para transparentar la información. Calderón olvidó muy pronto los años en que padeció como opositor la opacidad en la que el poder se atrincheraba para rehuir la rendición de cuentas. Tampoco ayuda su complicidad frente a los monopolios privados y sindicales, o su pasividad ante el asalto de los partidos en contra de la autonomía del IFE. Y menos aún su proclividad para controlar los comités de competencia o los organismos autónomos (Inegi, por ejemplo) a través de titulares de su confianza. Y eso por no hablar del endurecimiento de las leyes en contra de la protesta social, en nombre del combate a la inseguridad.

En resumen, lejos de estabilizar y profundizar las instituciones y valores democráticos, Calderón ha tratado de quitarle dientes a la sociedad en su relación con el poder. El país que entregará en 2012 no será más democrático que aquél que el PAN recibió en 2000. A menos que comience a trabajar los próximos dos años. Esos dientes que el Gobierno panista ha estado limando son los que le harán falta a partir de 2013 para acotar, cuestionar o protestar por los abusos del muy probable régimen autoritario que se nos viene encima.

Se dice que sólo Dios carece de un plan B, porque es el único que no se equivoca. Calderón intentará retener el poder para los panistas y sin duda ése sería su plan A, pero no es Dios. Más valdría que alguien comenzara a imaginarse a ese plan B que elimine fosos y derrumbe muros porque, una vez que estén afuera, serán obstáculos infranqueables para regresar al castillo.

El regreso

Esta semana me retiré de la Dirección Editorial de “El Universal”, como parte de un acuerdo que me había traído para un ciclo transicional de dos años. Regreso con enorme gusto a esta columna semanal que había “aparcado” durante este lapso.

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