Fiscalía de Querétaro detiene a supuesta falsa cirujana que realizaba operaciones estéticas sin cédula
México | VENTANA POR JOSÉ CÁRDENAS Secreto a voces La opinión pública exige respuestas por la tragedia de Salvador Cabañas; atar los cabos sueltos Por: EL INFORMADOR 29 de enero de 2010 - 02:56 hs La opinión pública exige respuestas por la tragedia de Salvador Cabañas; atar los cabos sueltos. Javier Ibarra Coronel, encargado de limpieza en el Bar Bar, es el testigo clave; vio cuando José Jorge Balderas Garza (JJ) entró al baño, seguido por el deportista. De acuerdo con la declaración de Ibarra Coronel, JJ le preguntó a Cabañas sobre los goles del América que había perdido 2-0 ante Morelia; cuando el futbolista le preguntó quién era, el hombre sacó una pistola y se la puso en la frente. —Tírale, tírale, si tienes muchos hue... —retó el deportista. Al parecer JJ jaló el gatillo de un revólver 22. Javier Ibarra Coronel está arraigado junto con el gerente Carlos Fernando Cázares Ocaña, dos capitanes de meseros y tres de “seguridad”; todos los que saben todo; Ramón y Simón Charaf Medina, propietarios del Bar Bar, serán citados por la PGJDF. José Jorge Balderas Garza era cliente frecuente del antro; “JeyJey” llegó con Francisco NN al Bar Bar; ocupó mesa de pista. Más tarde apareció la “bailarina” cubana Diana Hernández Díaz. Salvador Cabañas, su esposa María Alonso, y su concuño, Amancio Rojas, llegaron a las tres de la mañana. Se dijo que Amancio estuvo coqueteando con la señorita. Se formuló la hipótesis del lío de faldas; tal teoría se desdibujó; el motivo de la agresión pudiera ser la riña. Por lo pronto, las declaraciones de la cubana revelan lo que todos sabían y callaban: que el Bar Bar era un prostíbulo cuyo elenco de golfas hubiera palidecido a Graciela Olmos, La Bandida. Sólo por un afán protector se podría explicar el disimulo en las investigaciones del Bar Bar. Ni el frecuente tráfico de anfetaminas ni la distribución de cocaína han sido sugeridos en una pesquisa viciada de origen por el plantón de la Policía Judicial, capaz de esperar cuatro horas en la banqueta antes de poder ingresar al antro; en esa eternidad, además de lavar con tehuacán y cloro las manchas de sangre (alterando la escena), los empleados pudieron haber “limpiado” algo aún más comprometedor. No puede descartarse un secreto a voces. Rendija. El Gobierno de la Ciudad de México no es ajeno a la tragedia de Salvador Cabañas. Otra vez se comprueba el fracaso de las autoridades del Distrito Federal que, desde siempre, han tolerado el funcionamiento impune de giros negros (por la ruta corta de la corrupción y la negligencia) en grosera violación a la Ley de Establecimientos Mercantiles. Ése es el problema de fondo. Pocos cumplen con las normas, y menos si se trata de empresarios que pagan mordida a cambio de impunidad. ¿Quién autoriza el funcionamiento de un antro, hasta que los clientes decidan? ¿Cómo se puede meter armas a un establecimiento público, por privado que parezca, cuando todos deben ser revisados minuciosamente? No es novedad; la tragedia del Bar Bar deja al descubierto la incapacidad oficial para garantizar la mínima seguridad que nos permita disfrutar, con todo derecho, la vida nocturna. Como en el caso New’s Divine, o la discoteca Lobohombo, otra vez se vino abajo el teatro y se volverá a caer; así será hasta la próxima tragedia. Temas Salvador Cabañas Rotonda Ventana Lee También Sociales: Las Rosas de Oro 2024 Los enjambres por combatir ¿Y el dinero para la Línea 4? Humo blanco en la UdeG Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones