Sábado, 23 de Noviembre 2024
México | POR GENARO LOZANO

Salam, Mubarak

De entrada cómo podrán los militares renunciar a sus cuotas de poder, a los espacios de control que guardan desde hace cinco décadas

Por: EL INFORMADOR

Genaro Lozano.  /

Genaro Lozano. /

NUEVA YORK.- Dieciocho días de protesta obligaron a Hosni Mubarak a dejar el poder. El espíritu de la disidencia y las demandas de democracia, justicia y libertad, que vibraron en las calles de las capitales occidentales en 1968, revivieron en el corazón del mundo árabe, como mencionó Gustavo Gordillo hace una semana en La Jornada.

Mubarak no pudo aferrarse ni un día más al poder y renunció, pero pasó el mando a manos de los militares. ¿Hay que celebrar?
¿Cuál es el escenario siguiente? Los egipcios deberán de entrada decidir si continúan con un sistema presidencial o si éste cambia a uno parlamentario.

Lo que buscan los egipcios de entrada es impedir el ascenso al poder de un clon de Mubarak. Por ello, Mohammed ElBaradei, el premio Nobel de la paz que se ha convertido en un líder de la oposición, ha planteado una ruta de la transición en la que se elija a un consejo de tres presidentes —uno que represente a las Fuerzas Armadas y dos civiles— en lo que se llama a una Asamblea Constituyente y se decide reformar el sistema político.

En el aire rondan muchas preguntas. De entrada cómo podrán los militares renunciar a sus cuotas de poder, a los espacios de control que guardan desde hace cinco décadas y a qué líder civil verían con buenos ojos para que no les quiten los privilegios de los que gozan.

Una segunda pregunta, y que ronda en la mente de algunos políticos occidentales, es cuál será el papel que desempeñará la llamada Hermandad musulmana, un grupo político-religioso de presión, en la transición egipcia.

Lo que menos desean estadounidenses y europeos es repetir lo que sucedió en 1979 con la salida del Sha de Irán del poder: la instauración de un régimen teocrático, controlado por líderes religiosos en Egipto.

Una tercera interrogante es ¿qué sucederá con los países vecinos? No sólo cómo se redistribuirá el balance de poder en el Medio Oriente —Egipto, Irán y Arabia Saudita son en efecto los tres países clave en la región—, sino cuál será el futuro de los demás regímenes autoritarios de África y el Asia Central.

Lo que empezó en las calles de Irán, en 2009, pero que Ahmadinejad logró contener, y que se repitió en las calles de Túnez, Egipto y ahora Argel y Yemen, podría expandirse como bola de nieve a Sudán, Zimbabue y demás países africanos donde la corrupción, la pobreza y el autoritarismo político siguen siendo la norma.

Al final, de Túnez y Egipto sale un poderoso mensaje: en la era de las redes sociales, los costos de la represión y la exclusión se encarecen para los líderes autoritarios como Mubarak que mantienen los sistemas políticos de sus países cerrados, que se sirven de los fondos públicos para alimentar burocracias leales y que mantienen sus economías cerradas al exterior.

Los Castro en Cuba, Hu Jintao y el Partido Comunista en China tienen los ojos bien abiertos al Salam (adiós) de Mubarak.

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