Rivera y los derechos culturales

En 1952, Fernando Leal escribió el primer ensayo sobre el derecho de la cultura en nuestro país (El derecho de la cultura, ensayo sobre un nuevo derecho).

En este interesante y divertido trabajo describe un cúmulo de inquietudes acerca del arte. Narra la primera demanda en su género interpuesta por Diego Rivera.

El empresario que le encargó decorar con un mural el Hotel Reforma de la Ciudad de México, no había quedado conforme con el rostro de uno de los personajes del mural, por lo que pidió al artista lo cambiara, éste se negó a hacerlo, y el empresario, con sus propias manos, lo retocó. Rivera lo llevó a los tribunales, pero no hubo juez que encontrara en los códigos algún artículo aplicable.

El expediente aumentó considerablemente hasta llegar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, donde un abogado perspicaz, luego de forzar la interpretación de algunas cláusulas del Derecho Civil, estableció una analogía entre el “retoque” y la alteración de un documento al portador, logrando que el juez decretara el pago de una indemnización.

La anécdota viene a colación, porque hace un par de días estuve moderando la mesa “Los derechos culturales en Iberoamérica”, en la Décima Feria Internacional del Libro del Zócalo en la Ciudad de México.

Participaron reconocidos expertos, Jaime Marchán, presidente del Comité de los Derechos Económicos Sociales y Culturales (DESC) de la Organización de las Naciones Unidas; Sergio Boeta y Francisco Dorantes.

Analizamos el estado de la cuestión de los derechos culturales en el mundo, así como el caso mexicano.

Concluimos que pese a todo y lo lento que ha sido el proceso, existe un avance significativo. Primero porque hoy la mirada de Naciones Unidas está puesta ya no en la legislación cultural de los países, sino en su aplicación.

A través del Pacto Internacional de los Derechos Económicos Sociales y Culturales, ha impulsado un conjunto de leyes de cultura en toda la región iberoamericana, orientado a garantizar la participación de los ciudadanos en la vida cultural, esto es, tomar parte de las actividades y manifestaciones culturales, acceder a ellas y contribuir a su desarrollo.

Ahora bien, es cierto que la accesibilidad requiere disponibilidad; una capacidad instalada mínima que permita hacerlo. Accesibilidad física, económica y cierta gratuidad para garantizar lo básico a quienes viven en situación de pobreza. Lo anterior, sin dejar de lado su adaptabilidad a cada contexto.

En México existe ahora una Ley de Monumentos, otra que protege el derecho de autor, otra de impulso al libro y la lectura, una más que fomenta la producción cinematográfica, incentivos fiscales, así como sentencias relevantes en la Suprema Corte en materia de cultura.

Un corpus que no existía cuando Diego Rivera interpuso su histórica demanda. Ahora de lo que se trata es de garantizar de la mejor manera el acceso a la cultura a los ciudadanos.