Miércoles, 27 de Noviembre 2024
México | Por Genaro Lozano

Regresar a México, porque…

México es un país que no acaba en sus fronteras. Ya lo reconoció Ernesto Zedillo a fines de los noventa y Samuel Huntington gritó. Por diversas razones, México se ha convertido en un país con una de las diásporas más grandes, crecientes y dinámicas del mundo

Por: EL INFORMADOR

NUEVA YORK.- ¿Por qué no mejor buscas un trabajo allá? ¿Para qué te regresas? “Guey, la situación está re pinche. Las chambas pagan mal, no hay trabajo.” “En México secuestran lo mismo a una señora en un taxi por 200 pesos, que a Diego Fernández de Cevallos. Nadie está a salvo”. “No seas menso, quédate allá”. “Mejor da clases allá”. “Busca chamba en la ONU”…

México es un país que no acaba en sus fronteras. Ya lo reconoció Ernesto Zedillo a fines de los noventa y Samuel Huntington gritó. Por diversas razones, México se ha convertido en un país con una de las diásporas más grandes, crecientes y dinámicas del mundo. Falta de trabajo, empleos mal remunerados, corrupción, violencia, cercanía geográfica a la nación más rica del mundo, evasión al fisco, familiares en otros países, estudios, etc., por la razón que sea, miles de mexicanos salen del país cada año para pasar temporadas largas fuera o para no volver.

Pasé primero dos años en Nueva York como estudiante de Maestría del 2004 al 2006. Eran los años de la presidencia imperial de George W. Bush, del discurso del miedo y su guerra contra el terrorismo. Me despedí entonces de Nueva York, la ciudad que el arquitecto Rem Koolhaas ha llamado la piedra rosetta del siglo XX, con un texto lúdico que publiqué con pseudónimo. Regresé a México entonces emocionado por la contienda presidencial del año 2006. En ese momento, desilusionado por el Gobierno de Vicente Fox, por quien voté en el 2000, me atrapó la campaña de López Obrador con su lema de primero los pobres. Creí en esa campaña, en su diagnóstico y le di mi voto. Regresar a México en 2006 fue una experiencia enriquecedora.

Regresé a Manhattan en 2008 al Doctorado. Dos años y medio más en esta ciudad en la que nuevamente me volví a sentir en casa. Ya dejé raíces aquí y me llevo tatuada su fortaleza y su vulnerabilidad, para que no se me borren. Viví el arribo de Obama, con la histórica contienda en la que el hijo de Kenia le arrebató a Hillary Clinton la candidatura que parecía inevitable. Sin embargo, este 2010 regresar a México se antoja complicado. Justo las frases con las que abro este texto son las que he escuchado por parte de amigos y familiares.

Soy un ciudadano mexicano, de la llamada generación X. No milito en ningún partido político. No he trabajado en ninguna campaña electoral. Las veces que he votado por presidente lo he hecho por tres partidos distintos.

La violencia desatada por la “guerra frontal contra el narcotráfico”, con sus 22 mil muertos, incluidos civiles, como los niños Bryan y Martin, a quienes han llamado “daños colaterales”, desincentivan a muchos estudiantes de posgrado a regresar a México.

Gracias a Twitter he sentido que las fronteras no existen. No he estado en México de forma permanente, pero desde hace un año me siento con el cuerpo en Nueva York, pero con la mente en México. Lo que he leído en esa red social me abre el optimismo de que hay una masa crítica y de que existe una sociedad activa que no twittea sola, sino que se activa para producir el cambio.

Por todo ello, regreso a México cauteloso, pero optimista de que se puede hacer mucho. Regreso a México no por su comida y sus enchiladas suizas de Sanborns, que tanto le gustan a Denise Dresser —de hecho los mejores chilaquiles que he comido en mi vida son de un restaurante de una chef poblana en Nueva York.

Regreso a México porque veo y leo a una generación de jóvenes comprometidos con un cambio real, porque me entusiasma que dentro de los tres partidos políticos haya voces críticas, porque veo que en los medios tradicionales hay más apertura, porque me emocionan las clases que voy a darle a una nueva generación de estudiantes, porque me siento comprometido a demandarle a mis compañeros de generación que hoy toman decisiones de políticas públicas que no sigan repitiendo los errores de las generaciones pasadas. Regreso a México porque allá está lo que más quiero y porque, sin nacionalismos ciegos, de allá me siento y de allá soy.

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