Domingo, 24 de Noviembre 2024
México | PUNTO CIEGO POR GABRIELA AGUILAR

Raúl y su universidad

Que si las carreras están saturadas, que si hay otras oportunidades para poder estudiar, eso queda en segundo término

Por: EL INFORMADOR

Gabriela Aguilar.  /

Gabriela Aguilar. /

No hay que minimizar el hecho. Existe la deuda emocional en muchos jóvenes. Mientras unos avanzan en sus grandes proyectos de expansión mediática, otros siguen lamentando, inconsolables, no haber realizado el sueño de ingresar a la máxima casa de estudios de Jalisco.

Que si las carreras están saturadas, que si hay otras oportunidades para poder estudiar, eso queda en segundo término.

Nadie le quita la importancia a casos como el de Raúl, a quien conocí por su hermano que mandó a este espacio un correo electrónico: “Era domingo por la tarde y terminó en la cama de un frío cuarto del Hospital Civil. Estaba ido, al igual que su mirada. Parecía que buscaba en el techo las respuestas a las interrogantes que seguro le pasaban por la cabeza. No hablaba, ya no quiso.

¿Qué le sucedía? ‘Es un brote psicótico, alteración de la realidad, para que mejor se entienda’, nos dijo el doctor. ¿Brote psicótico, a su edad?, si apenas tiene 23 años, era un joven inteligente y centrado, le gustaba analizar, investigar sobre temas que incluso yo, que soy su hermano mayor, ignoraba”.

Raúl se perdió entre los sueños que quiso cumplir, el deseo por sobresalir y su obsesiva intención de estudiar medicina y no aparecer en listas.

Esta historia inició hace unos meses, después de varios años que se fueron en intentos por lograr el codiciado ingreso a la facultad y al no encontrar trabajo, vino el enojo y el reclamo hacia sus padres por no tener los ocho mil pesos que necesitaba para el pago de la mensualidad de una escuela particular.

¿Qué hizo entonces? Creó su propia universidad. Comenzó prácticamente a devorar libros de medicina, matemáticas, física, raíces etimológicas, luego caminaba por la calle y saludaba a gente que no conocía, salía de noche como si fuera de día.

Se perdía caminando durante la madrugada las cuadras de la Colonia Independencia, iba y venía por el mismo camino sin encontrar el suyo. Cada vez que platicaba mezclaba temas de política, religión, historia y literatura. Un día, las incoherencias habituales ya no tuvieron explicación. Raúl se había vuelto loco.

El correo continuaba: “En tu columna hablas de temas como tolerancia a la frustración, de esperanza, ¿cuál esperanza? ¿en dónde la encuentro? Si cuando las cosas no salen como quieres, la mente es tan poderosa como para poder evadir la realidad mediante un brote psicótico. Como el de mi hermano a quien físicamente puedo ver, pero mentalmente, quién sabe en dónde quedó”.

Y tiene toda la razón. No hay palabras de consuelo, ni explicación suficiente para aceptar que todo cambió. Raúl está de regreso en su casa bajo los efectos tranquilizantes de la medicina. Los doctores concluyeron que su caso es el inicio de un probable trastorno de bipolaridad.

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