¿Quién dijo que iba a ser fácil?

A pregunta sobre las relaciones entre Estados Unidos y México, el escritor Carlos Fuentes respondió: ¿Y quién dijo que iba a ser fácil vivir al lado de la mayor potencia mundial? Y, como muchas veces antes, el autor de Las buenas conciencias tiene razón. México está metido en una guerra —no oficial— de la que no pude salir y que tampoco puede ganar; la población sigue siendo víctima inocente del trasiego y la impunidad de todos los bandos; el turismo ha sido seriamente mermado, y la economía, salvo por los grandes capitales financieros, no crece. Todo porque la población de Estados Unidos sigue, no sólo consumiendo droga, sino aun aumentando su demanda, sin que el país del Norte haga algo responsable para evitarlo o, por lo menos, para detenerlo.

Así, el vicio de los güeritos, no resuelto por sus autoridades a quienes parece no importarles, le cuesta a México sangre, sudor y lágrimas, amén de mucho dinero que podría ser utilizado para el desarrollo de los mexicanos; una población por todos lados lastimada: con la droga que se queda, con los muertos causados por el “daño colateral”, con la pobreza generalizada y con el desempleo existente. ¿Y los cárteles? Más fuertes.

Lo que señala Fuentes es claro: nadie dijo que iba a ser fácil, luego nuestras autoridades debían haber sabido cómo sacarle provecho, o por lo menos el bulto, a las condiciones provocadas por el Norte, como lo hizo Lázaro Cárdenas con la nacionalización del petróleo cuando los grandes, también los güeritos, estaban distraídos con la Segunda Guerra Mundial.

Pero con esta administración sexenal, ha resultado al contrario, se han perdido miel y jícara, evidenciando la impotencia que un errático hacer genera; es por ello que el presidente Obama señaló, con cierta ironía: “Los cárteles se han fortalecido y el Presidente Calderón tiene cierta frustración, pero tenemos que compartir los problemas y las cargas”, sólo que en esta administración sexenal lo que se ha compartido han sido sólo las duras, porque las maduras no han tocado, no por su inexistencia, sino por la falta de habilidad diplomática y, por qué no decirlo, estratégica del Gobierno mexicano.

Es por ello que hasta Fox expresó: “No creo que el embajador Pascual esté lejos de la verdad…”, agregando: “México debe salirse de esta trampa lo más pronto posible. El costo (…) es demasiado”.

Así, el asunto hoy está mucho más complejo, pues a los problemas existentes se suma el retiro del embajador —más como un movimiento de política interna para Calderón, al final nacionalista—, pero la injerencia continúa, y todo porque las actuales autoridades —en su soberbia e inhabilidad— creyeron escuchar —en el canto de las sirenas— que era fácil ser vecino del país más poderoso del mundo…