Punto de quiebre

El año 2011 es clave para la estrategia de seguridad del Presidente Calderón. La única forma en que la opinión pública considere medianamente exitosa una estrategia que de inicio fue arriesgada y mal comunicada, es que, en los próximos meses, disminuya sustancialmente la violencia en el país, y por lo mismo que baje el sentimiento de inseguridad que priva en gran parte del territorio nacional.

Si no se logra, llegaremos al año electoral con condiciones de debilitamiento institucional muy parecidas a las de 1994. Y no nos equivoquemos,  no pierde Calderón, perdemos todos.

El Gobierno federal comenzó el año con un optimismo que es, por decirlo suave, poco compartido. Las cifras de empleo (que suben y bajan al humor de la semana) y las de crecimiento económico fueron buenas, como sucede después de un año de crisis.

No es gratuito que las mejores cifras de empleo sean las de 1996 y las de 2010, los años posteriores a los de los peores desastres económicos de país, pero en general son una buena noticia. Las se seguridad en cambio, a pesar del optimismo, son poco halagüeñas.

El Gobierno de Calderón comenzó el año eufórico festejando que se había detenido a 130 mil delincuentes y a 51% de los grandes capos de las drogas en el país, un dato por demás extraño y difícil de digerir. Sin duda el que detengan a cualquier persona que infringe constantemente la ley, que en sí mismo es una amenaza al Estado de derecho y para la vida cotidiana de los ciudadanos, es una tarea que debe hacer el Estado y que uno espera y celebra que se haga bien.

Pero, ¿qué significa que se haya detenido a la mitad más uno de los grandes capos?, que la otra mitad se quedó con el negocio de éstos; que hay nuevos capos; que en lugar de haber 37 grandes capos hay 18 grandes y 40 pequeños.

Lo que para el Gobierno federal son indicadores de eficiencia policiaca, para los ciudadanos comunes son cifras que no dicen nada.

Los únicos indicadores importantes en seguridad son el índice de muertes violentas, los índices de seguridad patrimonial y la percepción de seguridad.

Los datos del índice de muertes por cada cien mil habitantes se dispararon en 2008 y 2009 de manera escandalosa. Después de 15 años de reducción constante volvimos a los niveles de 1996: 19 homicidios por cada 100 mil habitantes, cuando llegamos a estar en ocho en 2007.

La cifra oficial de homicidios en 2010 aparecerá en junio. Si para esas fechas no hay una mejoría sustancial en el índice de percepción de seguridad y al menos un quiebre en la tendencia del índice de homicidios, la estrategia no sólo habrá fracasado, sino que llegaremos a 2012 en la peor de las situaciones imaginables: con violencia desbordada, sin estrategia compartida y debilidad en el ejercicio del poder.