Principio, desencuentro y fin

Actuar con optimismo es falso, y hacerlo con pesimismo inútil. Transcurrió la primera quincena con índices preocupantes: los carburantes subieron de precio, la inflación se impuso sobre los productos básicos, las golosinas escolares persisten en otras presentaciones, el desempleo retorna sobre aquellos temporales de fin de año y la criminalidad eleva estadísticas alejando el turismo nacional y extranjero.

El Poder Ejecutivo federal, a menos de dos años de su término constitucional y con evidente efervescencia de sucesión, ordenó cambios en secretarías como la de Energía, donde quedan pendientes de responsabilidad por tomas clandestinas de combustible con el ingrato reproche de las explosiones —San Martín Texmelucan—, con vidas perdidas y cuantiosos daños materiales.

Mientras, a pocos días de distancia, el desencuentro con la seguridad se reabrió en el otrora paradisiaco Acapulco, donde transitar por la calle o asistir a una tienda de autoservicio implica riesgo.

En y entre los partidos políticos, la paz no favorece el clima de la propuesta de solución a los reclamos de la población. La mención de nombres con posibilidad o sola intención de ocupar algún cargo de elección popular cuenta con el estigma de la desconfianza aunada a la complicidad, en cualquiera de sus modalidades y volúmenes, con el sólo interés de alcanzar el poder para derivar u obtener nuevos favores.

Nuestra lejana cercanía con el llamado país de mayor poder económico y militar del mundo actual no es motivo para el optimismo, al saber de sus desórdenes llevados a la criminalidad. Donde se suponía tierra con garantías para población y autoridades, hoy puede ser escenario de cualquier atentado, como hace algunas décadas lo fue contra los Kennedy, Luther King y otros muchos menos célebres, pero igualmente lamentables.

Cito únicamente lo más cercano y de potencial afectación para nuestro país, Estado, ciudad o familia, sin que ello sea único y todo en el mundo insatisfecho por la falta de equidad; porque priva la ambición perversa de hundir a muchos a cambio de encumbrar a unos cuantos.

Feudos, imperios e ideología relativamente recientes exhiben lo mismo bajo diferente nominación, con el testimonio cíclico de nacimiento, crecimiento, maduración y fin.

Mientras tanto, debemos asumir el ser testigos de un nuevo ciclo, en el que los niños poseen el conocimiento y los adultos la madurez para asimilar el imperativo de la fusión, que aún es teoría, donde saber y experiencia aporten la nueva tesis de economía con auténtico sentido social.

Es inevitable reconocer la falta de coherencia, como imposible la pronta y fácil aplicación de soluciones por encima de tantos intereses provocadores de violencia.
Dios nos guarde de la discordia.