Pragmatismo político o profesionalización

Aunque a fin de cuentas pareciera que la opinión de la ciudadanía sale sobrando, los políticos de hoy –o mejor dicho, los que cobran como si fueran- habrían de definirnos de una vez por todas si lo más importante de su actuación tiene que ver con un mero pragmatismo de coyuntura o si de plano no les interesa para nada ejercer su función con el profesionalismo que tan trascendente actividad merece.

Y no vaya usted a creer que este comentario sólo se presenta a raíz de los últimos acontecimientos efectuados en el ámbito electoral –las alianzas con quien Dios o el diablo les dé a entender: finalmente a alguien habrá que culpar– sino con la perspectiva misma de que el proceso democratizador de nuestra sociedad, en lugar de continuar avanzando, vaya dando pasos agigantados, pero en retroceso, lo que no solamente es malo para la ciudadanía, sino para los propios partidos políticos, usufructuarios del erario público y convencionales responsables de la formación y consolidación de una cultura participativa que permita alcanzar la democracia, si bien es difícil concebirla como un ente total, por lo menos en una concepción en la que los votantes y corresponsables del desarrollo del país nos sintamos tomados en cuenta y aprovechados para alcanzar los objetivos que se fije la nación.

De acuerdo con el presidente del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en la entidad, Rafael González Pimienta, “Felipe Calderón es capaz de hacer cualquier cosa con tal de que mi partido no gane las elecciones, pero en el pecado habrá de llevar la penitencia, por lo pronto las consecuencias que saltan a la vista, ya no le favorecen ni a su propio partido (Acción Nacional)”.

Por su parte el “Jefe Diego” y Manuel Andrés López Obrador no se cansan de señalar que la alianza de sus partidos es peor que el intento de la mezcla del agua con el aceite, no obstante, de acuerdo con lo que se ha podido observar en las cuatro más recientes elecciones en las que quienes ganaron –con independencia de que sean priistas- debieron contar con su aval, pues de otra manera no se podría explicar semejantes alianzas (pragmatismo puro).

Ahora bien, de igual forma habría que decir que uno de los objetivos más importantes por los cuales se forma un partido político –y las personas deciden afiliarse al mismo de manera voluntaria-, es precisamente alcanzar el poder. Eso es cierto, pero una cosa es Juan Domínguez.

PD. Apreciable Elenita (lectora), aunque a la fecha yo no lo sea, no es malo ser priista, más bien, en la pluralidad del pensamiento podemos encontrar la verdadera riqueza del mismo. Lo importante es querer a México y actuar cotidianamente en su beneficio. Un afectuoso saludo.