Porcicultura: el hilo más delgado

Más que un negocio —sus costos de producción son de los más caros del sector pecuario—, la crianza de cerdos en México la mayoría de las veces ha sido durante generaciones un asunto de vocación; de oficio; de amor inclusive hacia una de las especies que mayores beneficios ha dado al hombre, porque aporta una de las mejores proteínas animales y porque contribuye –paradoja de estos días- a la salud de millones de personas, proveyendo partes de su organismo.
Súbitamente este miércoles, en el Congreso de la Unión, diputados y senadores voltearon a mirar hacia la porcicultura nacional y han podido comprobar que es el hilo más delgado de esta historia, a la que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya le impuso virtualmente la chapa de pandemia.

Antonio Mejía Haro —un senador zacatecano, perredista— ha hecho el primer recuento, de muchos que ya vendrán: entre las porciculturas estatales más afectadas, dijo, “están Sonora, que produce el 20% de la carne de cerdo en México; Jalisco, 19%; Guanajuato, 9 %; Yucatán, 8%; Puebla, 7.6 %; Veracruz, 6.6%; Michoacán, 4%, y el Estado de México, 3 por ciento”.

A todas esas porciculturas está a punto de llevárselas el tren, porque la carne de cerdo estos días ha quedado estigmatizada como nunca antes había sucedido en el mundo. A los cerdos producidos en México no los están queriendo en China, en Japón, y en cuantos países los porcicultores mexicanos habían logrado exportar estos años recientes, con muchos trabajos.

Y por si aquello fuera poco: la gente en la Ciudad de México no ha querido consumirla carne porque teme que en los filetes o en los chicharrones se le aparezca el virus de la influenza.

Desde el martes, las organizaciones de porcicultores han lamentado que haya caído 80% la venta de cerdo en el Distrito Federal, con el agravante de que miles de restaurantes (algo así como 35 mil) fueron obligados a permanecer cerrados durante toda esta etapa de la emergencia.
Mejía Haro y el también senador Silvano Aureoles han planteado al Gobierno federal que modifique cuanto antes el concepto de “virus de influenza porcina”, porque ha generado pérdidas bestiales a los porcicultores.

Javier Castelo Parada —un senador sonorense, del PAN— sorprendió cuando ha salido a decir que gestiona ante el Japón que sostenga sus compras de carne de puerco de México. Sorprendió porque, hasta el momento, ha sido el único legislador del partido en el poder que ha dado un paso decidido a defender un subsector de la ganadería la mayoría de las veces atribulado por los altos costos y la competencia ilegal que le restriegan siempre los porcicultores subsidiados de los Estados Unidos.

Una razón que los senadores enarbolaron en defensa de la carne de puerco, fue el mismo argumento que los porcicultores plantearon el martes: no hay pruebas de que el virus de la gripe que trae de pestañas a todo el mundo haya salido de un cerdo en México.
Ayer en San Lázaro, Javier González Garza, presidente de la Junta de Coordinación Política y jefe de la bancada perredista, informaba que él y el resto de los coordinadores parlamentarios estarían proponiendo por la noche al Gobierno federal para que a través de la Secretaría de Hacienda destinase un fondo de ayuda de emergencia por cinco mil millones de pesos.

Sería para realizar compras de medicamentos y equipo que hiciera falta, pero también para sectores de la economía que ahora mismo estén siendo triturados por la gripe porcina. González Garza hizo mención de los restauranteros.

Ya noche, cobraba peso la certidumbre de que este jueves, último sesionar del periodo ordinario, estarían fijando una fecha próxima para la convocatoria de un periodo extraordinario que dedicado estaría a la revisión de las secuelas de una emergencia nacional que en realidad apenas va para los tres días.