Martes, 26 de Noviembre 2024
México | AYER DECÍAMOS... POR CARLOS ENRIGUE

Personajes en extinción

Los castigadores eran el último reducto del machismo puro, de tiempos en que todavía se podía voltear a mirar a una mujer sin ser acusado de acoso sexual

Por: EL INFORMADOR

Unos personajes muy singulares que han desaparecido de la vida pública eran “los castigadores”, desaparecieron de escena tal vez como se extinguieron los dinosaurios y por las mismas causas: por cansancio. Los castigadores eran el último reducto del machismo puro, de tiempos en que todavía se podía voltear a mirar a una mujer sin ser acusado de acoso sexual. Desde luego que es muy bueno que se haya condenado socialmente el machismo, que hay que decirlo no tiene nada que ver con la hombría, que tiene como valor propio el respeto a la mujer; ya lo dice la canción que “quien le pegue a una mujer que no diga que es hombre”.

El entorno es necesario darlo, porque de no hacerlo las jóvenes generaciones no entenderían lo que sucedía, y es que requería para existir a las mujeres sumisas, esto es sometidas a la voluntad del varón, que dicho sea de paso también se han extinguido. Los castigadores eran sujetos que elegían a una dama mirándola fijamente hasta que ésta, resistiendo o no, terminaba por ceder ante la dura mirada y bajaba la vista.

Las que tardaban en ceder se hacían merecedoras de que el castigador le dijera “ sufre, mujer”, de ahí una canción que reza “para que sufra la canalla”. Suena absurdo lo que hacían y desde entonces lo era, pero había muchísimos.

Mujeres sumisas ya no hay, no puedo dejar de recordar a mi tío Poncho, que fue uno de los últimos hombres-hombres que habitaron este planeta; acostumbraba leer su periódico y cuando terminaba de leer una página llamaba a su mujer para que cambiara la página, para que él no se molestara y simplemente moviera sus deditos. Esos eran hombres, no pitufos. En otra ocasión hablaban de la vida eterna y se preguntaba el tío si al verse allá se reconocerían y seguirían casados, a lo que mi tía exclamó aliviada que ella había jurado hasta que la muerte los separara, que más allá no daba.

Esto es una realidad, porque se ha producido el empoderamiento femenino y unos más y otros menos ya todos somos obedientes, calificados por muchos con el despectivo título de mandilones. Reconozco mi estatus y reconozco que tengo más miedo a mi cónyuge que a una banda de fedayines. Yo mismo tengo que aclarar que no soy gordo, que estoy inflamado a golpes que me propina mi amado tormento, que según me dice y yo acepto que así debe de ser. Un amigo probablemente igual de obediente que yo, pero mucho más retobón, dice que cuando recibe una llamada de su esposa siente que lo llama algún sicario de los zetas, ya que siempre le habla para amenazarlo o para pedirle dinero.

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