¡Paren el circo..! y trabajen

Como si no bastara con la vergüenza de que los ciudadanos califican a los legisladores en el último lugar de la confianza y la credibilidad —por debajo de los policías—, los diputados Beatriz Paredes y César Nava usaron la tribuna de San Lázaro para lo que saben; el insulto, la diatriba y el circo, antes que legislar y resolver los grandes problemas nacionales.

Como si no fuera suficiente la penosa definición de “generación del fracaso”, y “del no” —como los ha motejado la voz popular por su pequeñez para producir acuerdos y atender las demandas sociales—, el pleno de la Cámara de Diputados se enfrascó durante cinco horas en un “debate” que pareció una campal en la que menudearon difamación, calumnia y hasta cruzaron apuestas sobre la capacidad de unos y otros para “engañar” al mismísimo “polígrafo”.

Al final del extenuante circo, de esa narrativa de las miserias de la clase política mexicana —escaramuzas en las que se lanzaron retos sobre el tamaño de sus respectivas mentiras—, las señoras y los señores diputados decidieron que el trabajo había sido suficiente. Y se fueron a disfrutar de lleno del “puente” largo. Un día más perdido en lo que saben hacer… nada.

Lo simpático del asunto es que los líderes de los partidos Acción Nacional (PAN) y Revolucionario Institucional (PRI), sus respectivas claques, legisladores y hasta gobiernos —incluido el del Estado de México—, creen que con sus disputas de perros y gatos van a convencer al “respetable” de sus respectivos argumentos. Al parecer nadie les ha dicho que buena parte de la sociedad dejó de creer en los partidos y los políticos y que —respecto al escándalo del “pacto antialianzas” firmado por PAN y PRD (Partido de la Revolución Democrática) para el Estado de México—, para esa sociedad los azules, los tricolores o los amarillos son la misma porquería.

Debían recordar a Porfirio Remigio, el célebre ciclista al que un periodista curioso le preguntó su opinión sobre dos políticos del momento. Con talento nato sorprendió a todos con un coloquial: “Pa’ mi que los dos son ojetes”.

El retrato de cuerpo completo que nos regalaron los “apaches” del PRI y el PAN —al firmar un acuerdo secreto para favorecer la candidatura de Enrique Peña Nieto—, el circo en que convirtieron lo que debió ser un esgrima verbal y de ideas, y la ingenuidad —o testarudez— mostradas para convencer al “respetable” de sus mentiras, sólo ratificó lo que todos saben; que son una clase política pequeña, lejos de lo que reclama el país.

El problema es si tenemos a los políticos que merecemos. Porque están donde están, por el voto ciudadano. Y aquí es donde muchos se arrugan, se dan golpes de pecho y hasta reniegan de los que votaron.

En el camino

En Hidalgo, la alianza “se pudrió”. Y el PRI tendrá candidato de un momento a otro.