Martes, 26 de Noviembre 2024
México | HISTORIAS DE REPORTERO POR CARLOS LORET DE MOLA A.

Para que se enchine la piel

En las calles de Libia dicen que el viernes, el día de la oración, Alá les regalará la caída del genocida

Por: EL INFORMADOR

Carlos Loret de Mola A.  /

Carlos Loret de Mola A. /

Finalmente, este reportero encontró en Tupruk, Libia, la definición de “libertad de expresión”: centenares de opositores al dictador Muammar Gadhafi, congregados en la plaza central de esa ciudad de la que ha perdido control el régimen, se aglutinan frente a un micrófono y una cámara para explotar (¡al fin!) y decir públicamente y para todo el mundo lo que durante 42 años se han reprimido.

Cambiados al bando de los manifestantes, los soldados, vestidos de civil y armados, tienen que tender una cerco circular de seguridad en torno a los periodistas para que la desesperación del pueblo no los tumbe y puedan tener al menos un mínimo de distancia con respecto a la gente, que quiere “comerse” las cámaras, para que se vea algo en la imagen, y no sólo manos y caras estrelladas en la lente.

En las calles de Libia dicen que el viernes, el día de la oración, Alá les regalará la caída del genocida. Una sociedad que no salió a la calle por hambre (su ingreso per cápita es el triple que el de México, gracias en gran medida a la renta petrolera que al mismo tiempo ha servido al dictador para sostenerse cuatro décadas y tejer relaciones primero con el bloque socialista y en los últimos años con las grandes empresas británicas e italianas) se desprende de sus celulares y memorias electrónicas en las que grabaron las pruebas de la represión, para que los corresponsales se encarguen de exhibirlo al mundo.

La escena, más que insegura y fuera de control, resulta profundamente conmovedora.

Tupruk, Derna, Al Baida, Bengasi, todo el Oriente de Libia, la zona más petrolera, está en manos de una oposición integrada por hombres y mujeres de todas las edades, pero impulsada, inspirada y nutrida de una juventud que desafía al dictador al grado de ponerle el cuerpo enfrente para que dispare, a plenitud, en sus cada vez más salvajes métodos de mantener el poder: Gadhafi (kathefi, lo pronuncian en árabe) sigue usando su fuerza aérea para bombardear a la gente, su artillería pesada para atacarles tierra-tierra y ha contratado mercenarios de su país vecino, Chad, para que maten ciudadanos sin el remordimiento que cunde en su Ejército, con cada vez más desertores.

En una aparición televisiva patética —un hombre acostumbrado a rodearse de miles de personas en sus disertaciones apareció rodeado de tres militares y manejando una moto de tres llantas a la que por estos lares se le conoce como toc-toc— anunció al mundo que está dispuesto a luchar hasta el martirologio, hasta la última gota de su sangre y que a los que se han levantado en su contra —les llamó cucarachas, perros y ratas— les espera la muerte.

Veremos si no vuela a Venezuela o Bielorrusia cuando se sienta acorralado (también en el Occidente libio hay ciudades que se reportan ya en poder de la desorganizada pero espontánea y entusiasta oposición).

Han llegado informaciones de que dos aviones han intentado aterrizar en naciones del vecindario, llevando a bordo uno a la hija, otro a la nuera del excéntrico líder de la revolución.

El destino está por definirse.

Saciamorbos
 
Y el dictador ya nos amenazó.

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