Martes, 26 de Noviembre 2024
México | PERGEÑO POR VÍCTOR E. WARIO ROMO

¡No se hagan bolas!

A menos de un mes de la elección de jefe nacional panista, muchos consejeros ansían escuchar las palabras mágicas desde Los Pinos

Por: EL INFORMADOR

Víctor Wario Romo.  /

Víctor Wario Romo. /

Entre quienes han analizado lo ocurrido en el país en los años convulsos que enmarcaron el tránsito entre el sexenio de Carlos Salinas de Gortari y el de Ernesto Zedillo, parece haber consenso en cuanto a que al Gobierno priista le urgía ganar credibilidad de cara a los comicios de 1994, luego del levantamiento armado de los zapatistas en Chiapas, que puso en jaque el andamiaje institucional del país.

De las medidas que instrumentó con indudable habilidad Salinas, destacó el nombramiento como secretario de Gobernación del académico Jorge Carpizo, lo que derivó en que el Instituto Federal Electoral (IFE) quedaría en manos de una persona sin filiación partidista reconocida, que aparecía de cara a la sociedad como capaz de actuar con imparcialidad y limpieza.

En el frente del Partido Revolucionario Institucional (PRI), la sacudida producida por la irrupción del EZLN generó un terremoto de gran magnitud y ocasionó mucho más que la mera confusión de si Salinas seguía apoyando a Luis Donaldo Colosio como candidato presidencial, mientras el comisionado para la paz en Chiapas, Manuel Camacho, precandidato perdedor ante Colosio, fortalecía su capital político y prestigio gracias a los avances en las negociaciones con los zapatistas.

Los rumores sobre la posibilidad de que el PRI, es decir Salinas, diera un vuelco en la carrera presidencial y cambiara de candidato a medio camino, prepararon el escenario para que se produjera uno de los episodios cruciales de 1994 y que han quedado en los registros de las huellas indelebles que van regando a su paso los presidentes de la República. El 27 de enero, Salinas hizo una declaración ante un auditorio reducido pero asegurando que sus palabras tendrían una resonancia sin precedentes. “¡No se hagan bolas!”, fueron las palabras exactas, y a renglón seguido la puntualización presidencial: el PRI ya tiene al candidato que habrá de llevar al poder al partido oficial en las elecciones.

En el camino a los comicios se produjo el descarte de Camacho, el asesinato de Colosio, la imposición de Zedillo y el triunfo electoral indiscutible del PRI. Una cosa es cierta: los priistas sí que estaban hechos bolas por los juegos de intrigas de Salinas, una de sus especialidades.

Toda proporción guardada, la reseña y los análisis que hasta ahora se han hecho del proceso de elección del próximo dirigente del Partido Acción Nacional (PAN), que cumplió ya una década en el poder, revelan que a los blanquiazules les invade el síndrome de la “presidependencia” que aquejó a los priistas por largas décadas, y andan desorientados, extraviados, en busca del camino al redil que debe marcarles el Presidente Felipe Calderón.

A menos de un mes de la elección de jefe nacional panista, muchos consejeros ansían escuchar las palabras mágicas desde Los Pinos: “¡No se hagan bolas!”… y el respectivo nombre.

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