Miércoles, 27 de Noviembre 2024
México | ATANDO CABOS POR DENISE MAERKER

No es cuestión de creerles

Es evidente que esa ciudad está en franca descomposición, azotada por el crimen organizado, asolada por pandillas de jóvenes y que la población tiene miedo y se siente abandonada

Por: EL INFORMADOR

No veo cómo se puede criticar la decisión del gobernador de Chihuahua de mudar los poderes del Estado a Ciudad Juárez. Es evidente que esa ciudad está en franca descomposición, azotada por el crimen organizado, asolada por pandillas de jóvenes y que la población tiene miedo y se siente abandonada. La decisión política es correcta, porque obliga a las autoridades del Estado a vivir en ese entorno y no a ver desde lejos lo que ahí ocurre.

Nadie puede pensar que esa mudanza es una solución al problema de la inseguridad, pero sí es un acto simbólico que manda una señal inequívoca: no están solos.

Ayer, en este espacio, Carlos Loret escribió que no creía que lo que está motivando las últimas declaraciones y anuncios de la clase gobernante respecto de Ciudad Juárez sea la masacre del 31 de enero, sino las elecciones del próximo 4 de julio, en donde se van a elegir nuevo gobernador, presidentes municipales y legisladores locales. ¿Por qué —se pregunta Carlos— si ha habido una interminable cadena de matanzas y tragedias en esa ciudad, estas muertes en especial habrían logrado tocar la conciencia de los políticos llevándolos por fin a atender la situación? Probablemente Carlos tiene razón, pero lo que importa de los políticos son sus acciones y las consecuencias de sus acciones, no lo que las motivan. Imaginemos que efectivamente el gobernador fríamente calculó que dada la reacción social que provocaron estas muertes y la cercanía de la elección, estaba obligado a hacer algo espectacular para no poner en riesgo el triunfo de los candidatos de su partido.

Bienvenida la decisión. Es una buena demostración de que la democracia genera un sistema de incentivos útil: el interés electoral lo llevó a escuchar de alguna forma el clamor ciudadano.

Aquí lo que importa es que la acción anunciada, cualquiera que haya sido su motivación, se cumpla. Y eso depende de todos. López Obrador anunció cuando llegó a la jefatura de Gobierno del Distrito Federal, que empezaría a trabajar todos los días a las seis de la mañana. La inseguridad no iba a modificarse mágicamente porque el jefe de Gobierno madrugara, pero era un acto simbólico con el que él buscaba demostrar su compromiso y entrega. El seguimiento puntual de la prensa lo obligó a cumplir con ese horario todos los días de su gobierno.

Habrá que estar atentos y cargar de simbolismo el que Reyes Baeza duerma cada noche en Ciudad Juárez. No importará entonces qué lo llevó a tomar la decisión, sino que esté atado por ella gracias a la presión de la opinión pública.

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