Mujeres al poder

Las mujeres tuvieron poder en una etapa histórica del desarrollo de las sociedades; dicha etapa se le conoció como matriarcado. En dicha forma de organización social, la familia y la comunidad giraban en torno a la mujer. En ese periodo, al existir relaciones promiscuas, no se podía identificar la paternidad, pero sí la maternidad, de ahí el por qué se consolidó como el eje de dichos procesos sociales.

En otras sociedades, al norte de la India, también hubo una forma de organización social denominada poliandria, que era la relación de una mujer con varios hombres, en virtud, a que en dichas agrupaciones sociales existían pocas mujeres.

Después, las agrupaciones sociales se transformaron en clanes, tribus y otras diversas organizaciones en las que el eje principal fue el hombre; así las actuales estructuras, como la familia, el Estado, la empresa, las organizaciones políticas y sociales han sido dirigidas por los varones.

A fines del siglo XIX comenzó la idea de que la mujer tuviera participación en la política, que tuviera el derecho a votar y como consecuencia, de asumir cargos de elección popular, de agruparse políticamente y demás derechos políticos, que es el proceso que estamos viviendo en México.

En este contexto, se complejiza la participación política de las mujeres con la ancestral marginación política de nuestras comunidades autóctonas, la diferenciación de nuestra gente por aspectos culturales, raciales, educativos, económicos y políticos que desembocan en diversas formas de discriminación.

Por lo anterior, si la idea es que las mujeres y todas las personas en México tengan las mismas posibilidades de tener poder en todos sus ámbitos, se requiere cumplir con el Artículo 3 de la Constitución de México que señala el hecho de que la educación en México deberá desarrollar, de manera armónica e integral, las facultades de las personas, fomentando el amor a la patria, la conciencia de la solidaridad internacional, la independencia y la justicia.

Asimismo, nuestra sabia Norma Rectora, impone que la educación en México sea impartida a todas las personas de manera democrática; entendiendo a la democracia como un sistema de vida, por tanto, el sistema político y jurídico traducido en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo.

En México, de acuerdo con el Censo 2010 realizado por el INEGI, hay 112 millones 336 mil 538 de habitantes, de los cuales 57 millones 481 mil 307 (51.2%) son mujeres y 54 millones 855 mil 231 (48.8%) son hombres.

Por otro lado, en el padrón  electoral  del IFE, al día primero de abril de 2011, se tienen 39 millones 680 mil 720 (48.29%) de ciudadanos y de ciudadanas son 42 millones 482 mil 525 (51.71%), lo que da un total de 82 millones 163 mil 245 personas registradas en tal padrón electoral, mientras que en la lista nominal, se tienen 36 millones 291 mil 751 (48.13%) de ciudadanos y 39 millones 107 mil 916 (51.87%) de ciudadanas, dando un total de 75 millones 399 mil 667.

Entonces tenemos que casi 52% de los habitantes del país son de sexo femenino, por lo que es claro que la mujer, en un régimen democrático, debe tener mayor influencia en las determinaciones para lo cual deben capacitarse y entregarse de manera profesional al servicio de la Patria.

De lo anterior se desprende que si queremos lograr que cualquier persona pueda tener poder es menester que todos tengamos educación, condición sin la cual no podremos aspirar a una sociedad donde todos tengan las mismas oportunidades.

Esto implica que las estructuras políticas, económicas y sociales, como la familia, las iglesias, las empresas y otras, dejen de ser estructuras patriarcales, como en la actualidad.

Una vez iniciado este proceso educativo contando con gente culta y educada podremos aspirar a que el poder en México pueda ser del pueblo por el pueblo, entendiendo como pueblo, mujeres, hombres, empresarios, trabajadores, intelectuales, políticos y todos los que lo integramos, con la esperanza de mejorar las actuales condiciones de nuestro país.