México tiene prisa

Ahora que nuestro espíritu se encuentra en plena conmemoración por el primer centenario del movimiento que revolucionó a nuestras instituciones y reiteró su convicción democrática, resulta indispensable también reflexionar sobre el profundo significado que esa lucha nos compromete, como miembros de una nación con un potencial que mucho envidian en el extranjero, y pareciera que poco nos interesa a quienes privilegiadamente vivimos aquí.

No en vano, conviene recordar lo sucedido hace 100 años: alemanes y franceses, e incluso norteamericanos, evidenciaron sus intenciones de involucrarse en nuestras propias decisiones, a la par de controlar también parte de nuestro territorio, enmarcado estratégicamente entre el Pacífico y el Atlántico, con una biodiversidad impresionante y perfectamente lograda en escasos puntos del planeta.

Ciertamente revolucionar implica cambios y transformaciones, pero al mismo tiempo refiere el vocablo a la evolución de sus circunstancias; algunos de esos factores se registraron sin duda alguna en torno al régimen político que nos gobernaba. Cambios sobre todo de forma, y muy pocas transformaciones de fondo, que es hoy más que nunca, indispensable emprender no tan sólo por su propia urgencia y demanda ciudadana, sino también por honrar el legado de aquellos hombres y mujeres que entregaron su vida por un México libre y democrático.

Recordemos que el principio de todo cambio o evolución comienza precisamente con uno mismo, para más hacia adelante el ejemplo personal provoque otro tanto en el seno familiar, luego el de nuestros vecinos y así sucesivamente hasta lograr toda una re-evolución colectiva que nos garantice mayor solidez en las mejoras que se vayan emprendiendo.

Urge acelerar el paso sin anteponer nuestro confort a la conveniencia colectiva, y mucho menos esperar que sean otros los que comiencen a evolucionar para entonces emprender nosotros el vuelo; qué mejor si nosotros servimos de ejemplo a nuestros semejantes para afrontar la realidad que nos advierte innumerables rezagos a resolver como nación.

Ya no podemos esperar más, muchas son las décadas de indiferencia e irresponsabilidades por parte de los políticos, como para todavía seguir pensando que no pasará nada…

Necesitamos menos excusas y más acciones por parte de todos los factores sin excepción, así como de todos los actores públicos y privados, en aras de aceptar primero que sí podemos, a la luz de que hemos advertido que juntos ya logramos avances relevantes; sin embargo, aún falta mucho por hacer, pero los ciudadanos tenemos que ser los motores más importantes, sin permitir que unos se apropien indefinidamente de la nación, sin compromiso alguno con la comunidad, u otros se desesperen y surja nuevamente la violencia, como manifestación visceral ante la no evolución.

Es así como a propósito del centenario de nuestra revolución, desterremos indecisiones y apatías; no olvidemos que México tiene prisa de re-evolucionar en los hechos y con mejores resultados, en la firme convicción de que sus generosos efectos de progreso y bienestar nos brindarán la confianza en que lo mejor está por venir.