Miércoles, 27 de Noviembre 2024
México | SERPIENTES Y ESCALERAS POR SALVADOR GARCÍA SOTO

Mexicanos al grito de... ¿violencia?

Nos estamos acostumbrando a vivir con violencia, a ver la crueldad, la tortura y la muerte como algo cotidiano, coloquial

Por: EL INFORMADOR

La violencia es el signo que marca al México actual. Violencia social, violencia física, violencia sexual, violencia verbal.

Violencia que nos golpea y nos envuelve. Nos estamos acostumbrando a vivir con violencia, a ver la crueldad, la tortura y la muerte como algo cotidiano, coloquial; y de eso a la barbarie, sólo hay un paso.

El monopolio de la violencia, alguna vez exclusivo del Estado, hoy ha sido expropiado, y los métodos cada vez más violentos y sanguinarios son utilizados por poderes de facto, como el narcotráfico, para imponer su ley, conquistar territorios o dominar plazas. Pero la violencia tampoco es ya exclusiva de los narcos y es cada vez más la moneda de cambio entre los ciudadanos para dirimir sus diferencias: balazos, asesinatos crueles, torturas y ejecuciones, son métodos de aniquilación y odio que ya no sólo utilizan los delincuentes, sino que cada vez más aparecen en los homicidios comunes.

Tan sólo ayer, en una nota de este diario, en tres párrafos se podía leer toda una galería del horror: “En Morelos aparecieron dos cuerpos; tenían la piel de la espalda y el abdomen arrancada.

En Durango dos cabezas fueron encontradas dentro de una hielera. Cinco ejecutados aparecieron en Sinaloa, todos con los brazos atados, el tiro de gracia y signos de tortura. En Tlalpan a un joven de 19 años dos sujetos le salieron al paso y sin mediar palabra lo mataron de un tiro. En Chihuahua una mujer de 20 años quedó tirada en un bar cuando desconocidos le dispararon a mansalva”.

La violencia se presenta de muchas formas: los padres pudientes de una niña de cuatro años que asesinan a su hija, voluntaria o imprudentemente, por fingir su desaparición para obtener dinero; una anciana de casi 80 años que es arrollada en una avenida porque intentó cruzar y los automovilistas no le dieron el paso.

No es sólo un tema de “delincuentes contra delincuentes”, como eufemísticamente lo presenta el Gobierno: jóvenes estudiantes masacrados por confusión, niños de cinco y nueve años asesinados a tiros por miembros del Ejército “que los creyeron delincuentes”, población civil que es víctima inerme e inocente, a veces de los delincuentes y a veces de las Fuerzas Armadas que debían protegernos, en medio de una guerra que parece perdida y cada vez tiene menos respaldo de la sociedad.

Tanta violencia en nuestra sociedad ya no parece incomodarnos y mucho menos sorprendernos. El problema es que la violencia, inherente al ser humano, si no se le contiene crece y si no se le controla aumenta en espiral. Para las nuevas generaciones, ver muertos, descabezados, torturados en su país, en su ciudad, en su barrio, se está volviendo algo común; la vida humana pierde entonces valor y la sociedad se deshumaniza… y, no hay duda, lo que sigue es la barbarie. Paran los dados. Repite la serpiente.

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