Martes, 26 de Noviembre 2024
México | ATANDO CABOS POR DENISE MAERKER

Mátenlos en caliente

Matar a alguien me parece abominable, y hacerlo a nombre de todos una contradicción de lo que entendemos por civilización

Por: EL INFORMADOR

Denise Maeker.  /

Denise Maeker. /

Dice el comunicado de la Secretaría de la Defensa Nacional del 2 de septiembre, fechado en Monterrey, Nuevo León: “Tropas jurisdiccionadas a este mando territorial, al efectuar reconocimientos aéreos en el municipio de Ciudad Mier, Tamps., observaron a varios individuos armados frente a un inmueble (…) ante este hecho, efectivos militares desplegados a inmediaciones del referido municipio, acudieron al mencionado lugar en donde fueron agredidos con disparos de arma de fuego, por lo que en defensa de su integridad física y de la ciudadanía, procedieron a repeler la agresión…”. El resultado: 27 sicarios muertos, dos militares heridos y tres personas liberadas. No hay ninguna otra versión de este hecho.

Al dar la noticia en radio comenté el inusual y elevado número de víctimas entre los sicarios. Por correo y a través de llamadas telefónicas las respuestas de los radioescuchas no se hicieron esperar: “No te equivoques, esas muertes no cuentan”… “27 muertos son muchos, pero qué lástima que no había más”... “¿los mataron a todos?, qué bueno!”, y “a estos hay que matarlos en caliente ¿o qué esperas contarnos la próxima semana cómo se fugaron de la cárcel?”.

Nunca he estado a favor de la pena de muerte, mucho menos sin juicio previo. Matar a alguien me parece abominable, y hacerlo a nombre de todos una contradicción de lo que entendemos por civilización. Pero esto es cuando gracias al monopolio de la violencia física, la sociedad no requiere armarse porque se siente protegida por un Estado capaz de disuadir y castigar la comisión de los delitos. Todos sabemos que hoy en Tamaulipas, y en buena parte del Norte del país, esto no existe. Por eso el viernes no respondí las llamadas ni los mensajes. La situación que se vive en Tamaulipas no permite que se responda con opiniones prefabricadas e insensibles.

La masacre de 72 inmigrantes está fresca en la memoria de todos. Los mataron sin que mediara entre víctimas y victimarios ninguna relación: en el corazón de los asesinos no ardía una creencia religiosa o ideológica intensa y diferente a la de las víctimas, no eran de razas distintas, no eran viejos ni nuevos adversarios, no había odio ni miedo, nada. Sólo la rutina de matar, a cualquiera, a muchos, sin razón ni justificación necesaria.

¿Cómo hacer frente a eso? ¿Cómo hacerlo cuando no se cuenta con instituciones de Policía, de procuración de justicia y carcelarias?

En Colombia, el Gobierno del presidente Álvaro Uribe premiaba a los soldados que traían vivo o muerto a un guerrillero de las FARC. La guerrilla se debilitó, es cierto, pero mil 043 jóvenes inocentes de los suburbios pobres de las ciudades colombianas fueron asesinados y presentados como guerrilleros por militares que buscaban recompensas y promociones.

Leo nuevamente el comunicado de la Sedena. ¿Cómo pudo ser esa batalla? ¿Hubo batalla? En hora y media, 27 muertos, ni un herido, ni un detenido. Me pregunto si es una decisión tomada. Si alguien en algún lugar ya decidió que lo mejor es matarlos ahí donde los encuentran.

No lo sé, pero me resulta inquietante.

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