Viernes, 22 de Noviembre 2024
México | POR GUADALUPE MORFÍN

Luciérnaga ciudadana

La Embajada de México en Colombia me invitó a leer poemas en una Tertulia Poética que sesiona desde hace 10 años cada mes

Por: EL INFORMADOR

Guadalupe Morfín.  /

Guadalupe Morfín. /

A la memoria de Jesús Gudiño Pelayo, ministro justo

Amanece temprano en Bogotá, con frío y niebla en la Sierra que flanquea la ciudad, donde el paisaje se vuelve rojo por los edificios de ladrillos de barro, esos que el arquitecto Rogelio Salmona trabajó como piezas de tapiz. Los bogotanos caminan a sus tareas, entre suspiros de lluvia o con aguaceros francos.

La Embajada de México en Colombia me invitó a leer poemas en una Tertulia Poética que sesiona desde hace 10 años cada mes. Y a presentar mi libro (y de Sebastián Picker, pintor): Tolerancia, un quehacer humano, de ediciones Petra, colección Ciudadanía temprana, para jóvenes, y para adultos con corazón todavía fresco, en el Centro Cultural Gabriel García Márquez, del Fondo de Cultura Económica, una de las obras póstumas del arquitecto bogotano.

Leí poemas de Mansos diluvios (editorial Arlequín) e inéditos. Estos últimos hablan del torturado, del jornalero indígena que emigra cada temporal para el cultivo del tomate de exportación; del niño sobreviviente de Acteal, de la mujer asesinada en Ciudad Juárez, o de los padres que enferman al perder a sus hijas en el Norte, porque alguien les dijo estúpidamente que los hombres no lloran; de las amas de casa que no quieren pagar los platos rotos en una patria que quema a sus soldados en vez de exigir que los policías civiles hagan bien su tarea, que para eso había diseños constitucionales largamente acariciados en distribución de competencias. Son poemas escritos entre 1997 y 2006.

¿De qué escribir ahora? ¿De cabezas cercenadas? ¿De costales con cuerpos que alguna vez una mamá, una esposa, un hijo abrazaron, fueran narcos o no? Pues sí. También de eso hay que escribir. Y llevar cuenta. Y condolerse con los deudos, sean del bando que sean. No alivia la alta cifra de muertos caídos del lado del crimen; hay que entender por qué llegaron a donde llegaron y de qué familia, escuela, empresa, barrio o proyecto de nación fueron expulsados a tal grado que optaron por las balas o los cuchillos. Qué tarea hizo falta, quién los hizo sentirse tan inermes, tan alejados del sistema de justicia, que no vieron otra parcela qué cultivar sino la que se les impuso para sobrevivir. Como a los 72 emigrantes del rancho San Fernando en  Tamaulipas, que sin embargo se plantaron y dijeron NO. Paradoja enorme que nos lleva a preguntarnos cuántos dijeron antes SÍ. No es tan simple el análisis. No digo que se opta por la violencia sólo por exclusión social. También por ambición de poder. Y desde sitios de poder, lo cual es el ejercicio de la peor de las violencias, por su poder corruptor.

Como 150 personas acuden a la tertulia. Agradecen escuchar sobre todo lo más fuerte, pues han pasado por trances similares. Agradecen que la poesía sin embargo aterrice en la esperanza. ¿Dónde, si no, cuando la luz amaina?

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