Lo que a uno beneficia, a otros perjudica

En esta vida es tan difícil poder regular las cosas para que lo bueno o lo malo no se cargue para un solo lado, que cuando una situación beneficia a uno, perjudica a otros (por supuesto, en plural), de ahí la importancia de buscar el justo medio, el equilibrio desde todos los ámbitos, pero particularmente el que se refiere a la calidad de vida de los habitantes de éste cada vez más atormentado valle de lágrimas en que se encuentra convertida la Zona Metropolitana de Guadalajara.

Un botón de muestra: por ley, todos los municipios deben de contar con un plan parcial de uso de suelo. De igual manera, el Estado cuenta con una ley propia para toda la Entidad. No obstante, cuando surgen nuevos intereses en los cuales un particular “mueve sus influencias y capacidades$$$”, todo puede cambiar, o bien, cuando el Estado —o el municipio— considera que el cambio de uso de suelo resultará de beneficio social, puede hacerlo, siempre y cuando exista un criterio técnico de por medio, así como una socialización del caso.

Pero eso sólo se da en las mejores familias —que no es el caso, y si no vean todas las “ventanas” que dejó abiertas Juan Sánchez Aldana y ni quien haga algo por cobrarle la afrenta—.

En los últimos días ha salido a la luz pública —aunque ya se venía litigando en el Tribunal de lo Administrativo del Estado (TAE)— el caso de la Villa Panamericana, la cual  vendrá a cumplir con una tarea específica para los Juegos Panamericanos, luego de lo cual se pondrá a la venta al mejor postor. Hasta ahí “suena” más o menos razonable el caso, empero, a raíz de que el TAE emitió una medida cautelar para suspender la venta de los departamentos de la Villa, debido a una demanda interpuesta por los vecinos del fraccionamiento Rancho Contento, quienes observan la falta de cumplimiento de las autoridades zapopanas (en el tiempo de Juan Sánchez Aldana), en el sentido de la baja densidad de habitantes que se tenía proyectada para esa zona.

Así, quienes compraron para vivir, para cohabitar con cierta tranquilidad, pagaron el precio establecido por metro cuadrado —que no era barato— y todo con tal de ganar una calidad de vida más agradable. En aquel entonces se trataba de un fraccionamiento alejado de la ciudad y había que hacer laaargas excursiones para entrar o salir de Rancho Contento y viceversa para ir a la ciudad, e invertir en pos de esa calidad de vida ideal, luego entonces no se encuentra justicia, ni equidad, al favorecer a uno y perjudicar a otros —de nuevo sí, en plural—.

Ya veremos en qué para todo esto, que no es nada sencillo.