Las esquirlas de Bazbaz

Morir matando. Los más fieles militantes de las facciones y ejércitos terroristas creen fielmente que su vida futura será más valiosa en la medida en que su muerte genere bajas en el enemigo. Por eso están dispuestos a suicidarse con bombas atadas a la cintura que revientan en un café, pilotando aviones repletos de pasajeros que se estrellan contra edificios, manejando vehículos que estallan en barricadas con muchos soldados. Mueren matando.

Ayer, en los dos minutos con 15 segundos que duró la aparición ante la prensa para divulgar su renuncia al cargo de procurador general de Justicia del Estado de México, Alberto Bazbaz decidió suicidarse políticamente, pero no hacerlo en vano. Leyó: “Esta investigación (la de Paulette) contó con el apoyo de diversas instituciones nacionales e internacionales, particularmente de la PGR, cuya opinión criminalística fue plenamente coincidente con nuestros dictámenes periciales, señalando que el fallecimiento de la menor fue un accidente”.

Habiendo entregado su cabeza por el desaseo en la indagatoria que se movió de homicidio a accidente en 50 días, queda satisfecha la primera exigencia pública: que se vaya Bazbaz. La segunda exigencia es saber qué pasó; y al despedirse, el ex procurador deja en manos de la PGR explicar por qué su peritaje también concluye que fue accidente: la bronca es compartida ahora con el Gobierno del Presidente Felipe Calderón.

Cuando la tragedia en el News Divine, se expresó en estas Historias de reportero que al despedir a su procurador y su secretario de Seguridad Pública por este caso, el jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, se diferenciaba de sus rivales panistas, pues en ese entonces Calderón protegió y resguardó a Juan Camilo Mouriño, que había sido semanas antes desactivado, ejecutado políticamente por la denuncia de sus contratos con Pemex, denunciados por López Obrador (más tarde vendría el drama del avionazo). Ebrard sí exigía rendición de cuentas. Calderón, no. Peña se suma a la lista de los que sí.

Alberto Bazbaz metió a Enrique Peña Nieto en el problema más escandaloso de su carrera política y ha pagado. Decisiones así radiografían a los gobernantes, quienes siempre tienen “de otra”.

Ya veremos cuál es el saldo político en las encuestas.
Tras la cena de antier, donde pidió la renuncia a Bazbaz, Peña Nieto mantendrá cerca a su ex procurador, porque genuinamente lo considera un hombre honesto y porque si alguien tiene información quizá potencialmente dura contra el mandatario mexiquense, es el hombre que llevó los casos judiciales durante dos años de su administración.

Saciamorbos

¿Y si ni él estaba convencido de su conclusión pero no pudo probar otra cosa?