Martes, 26 de Noviembre 2024
México | ATANDO CABOS POR DENISE MAERKER

La superioridad moral

Queremos que acaben con los criminales, en caliente si es necesario, pero si se les pasa la mano, eso sí, que no nos toque a nosotros engrosar la lista de los ‘‘daños colaterales’’

Por: EL INFORMADOR

Denise Maerker.  /

Denise Maerker. /

El lunes en este espacio (ver “Mátenlos en caliente”) comentábamos que a raíz de actos innombrables cometidos recientemente por delincuentes, como la matanza de los 72 inmigrantes, cada vez más voces defienden que la Policía Federal y las Fuerzas Armadas no se detengan en “sutilezas jurídicas” —como ponía un lector— a la hora de hacerles frente.

Justo a unas horas, miembros del Ejército habían matado por error a un padre y su hijo en una carretera en Nuevo León. El hecho viene a recordarnos que el mal uso de la fuerza pública o el exceso de ella trae trágicas consecuencias. Y eso también asusta.

Entonces, queremos que acaben con los criminales, en caliente si es necesario, pero si se les pasa la mano, o se equivocan, eso sí, que no nos toque a nosotros engrosar la lista de los “daños colaterales”. El miedo a los criminales y la desconfianza justificada frente a las instituciones de procuración de justicia no nos puede llevar a olvidar que si le damos a alguien, a quien sea, la posibilidad de usar la fuerza absoluta a discreción, sin reglas ni consecuencias, nos exponemos a ser las próximas víctimas.

El lunes entrevisté al Presidente y aproveché para preguntarle al respecto. Respondió: “El Estado debe ser superior moralmente, y la superioridad la va a definir… una política de legalidad y una política de derechos humanos. Sé que es difícil, no todas las circunstancias son igualmente manejables, ésa es la verdad (…) El punto general es: tenemos que mantener la superioridad moral, y eso sólo lo vamos a hacer en la medida en que empujemos, precisamente, nuestras prácticas al respeto de los derechos humanos y de los oponentes”.

Y contó lo siguiente: “En Guerrero, un criminal por represalia de que le había capturado el Ejército a equis servidor de él, en una noche de exceso, no sé si de drogas o de alcohol, lo que sea, mandó ejecutar a 10 militares con la consigna de que por cada sicario que le agarrara el Ejército él iba a matar 10 militares. Y, efectivamente, su gente fue esa noche y agarraron a una cocinera, a un afanador, o sea, miembros del Ejército… en un acto totalmente cobarde los asesinaron y los decapitaron.

Tiempo después, el Ejército logra capturar a este tipo, y va y lo presenta al Ministerio Público. Yo sé lo que significa para esos soldados que convivían con aquellas personas, que fueron víctimas de esa cobardía, entregar sano y salvo, como lo hicieron, a un criminal de esta calaña. Pero ésa es la única manera como podremos mantener la superioridad moral sobre estos tipos”.

No podría estar más de acuerdo. Y qué bueno que así piense el Presidente, de lo contrario terminaríamos pareciéndonos peligrosamente a ellos.

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