Jueves, 28 de Noviembre 2024
México | EN TRES PATADAS POR DIEGO PETERSEN FARAH

La rabia sigue ahí

La fuerza de un capo se alimenta de dos cosas: su poder real, es decir el tamaño del mercado que controla, su capacidad ejecutora

Por: EL INFORMADOR

Diego Petersen Farah.  /

Diego Petersen Farah. /

Muerto el perro no se acabó la rabia, por el contrario, en este caso la rabia se expande, se difumina y se descontrola.

La razón es muy sencilla: la enfermedad no está en el perro, está en la sociedad.

“Nacho” Coronel, abatido el jueves en Guadalajara por el Ejército, era, además de un capo de altos vuelos, un mito: controlaba estados completos, no sólo en lo referente a narcotráfico, sino incluso a la seguridad.

Según la leyenda, nada se movía en el Occidente del país sin la aprobación de “Nacho”: tenía en sus manos a las policías, pero también a los malandros, que es mucho más difícil.

El mito de “Nacho” llegó a tal grado, que en una ocasión en que un alto funcionario del Gobierno de Jalisco presumía que habían detenido al capo y de todas las monerías de éste, uno de sus interlocutores, con toda lógica, le dijo: “Si todo eso es cierto, pues mejor suéltalo”.

A Coronel lo “detuvieron” al menos cinco veces en los últimos cuatro años, y en la última hasta lo intercambiaron por Diego Fernández de Cevallos.

El poder de “Nacho” estaba sentado en la gran capacidad de fabulación que generaba a su alrededor.

La fuerza de un capo se alimenta de dos cosas: su poder real, es decir el tamaño del mercado que controla, su capacidad ejecutora, el control territorial, etcétera, y su poder mítico.

Si Coronel era sólo la mitad de lo que se decía de él, quien murió el jueves fue, a no dudarlo, el hombre más poderoso del Occidente de México.

De él se decía que tenía control de las policías, del Poder Judicial, que tenía fuerzas armadas propias, ojos en todas las colonias y acuerdos a todos los niveles.

¿Qué hace que un capo se convierta en mito urbano? El primer ingrediente es su poder real y su capacidad corruptora.

No hay mito sin realidad. Coronel controlaba desde Guadalajara el mercado de “cristal” (metanfetamina cristalizada) de Estados Unidos y gran parte de Europa.

Pero el segundo y más importante es lo que “los  que saben”, en estos casos básicamente los políticos, los policías y los periodistas, dicen de ellos.

El mito que se crea alrededor de un personaje de estos es parte esencial de su poder y de su impunidad: ningún policía de a pie o secretario de juzgado se va a poner a investigar si lo que dicen de la relación entre el capo y los altos mandos de un Estado es realidad: lo cree y actúa en consecuencia.

El gran poder del mito es que genera realidades, en este caso temor e impunidad.

La caída de Coronel es un paso importante en la guerra contra los capos del narcotráfico, pero poco o nada cambia respecto a los verdaderos problemas: el alto y creciente consumo de droga en este país, y la violencia asociada a la distribución y el consumo.

La rabia sigue ahí, buscando un perro que la porte.

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