Miércoles, 27 de Noviembre 2024
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La prensa: mejor, imposible

POR RAYMUNDO RIVAPALACIO

Por: EL INFORMADOR

Los hechos: cuatro periodistas que cumplían con su trabajo fueron secuestrados en Gómez Palacio, Durango. Uno de ellos, de El Vespertino, un diario local, fue dejado en libertad. Los tres restantes, dos de Televisa y uno de Milenio TV, fueron retenidos para que sus empresas difundieran videos sobre la colusión de policías con Los Zetas. Ambas empresas difundieron fragmentos de los videos, pero la promesa de liberarlos después de ello se incumplió, y la Policía Federal diseñó un operativo de rescate.

Las interrogantes: Antes de difundirse los videos, el reportero de El Vespertino fue liberado. ¿Su presencia era irrelevante para los propósitos? La manera de comunicarse los reporteros a la ciudad de México transmitir las exigencias para reportar que no les habían hecho daño, era a través del teléfono celular. ¿Por qué si se supone estaban en una casa de seguridad les permitieron utilizar teléfonos a sabiendas que iban a estar intervenidos? El jueves, un día después de la difusión de extractos de los videos, un reportero de Televisa fue dejado en libertad.

La Policía Federal diseñó el operativo de rescate y lo ejecutó con éxito en 48 horas, velocidad que sólo se puede explicar si a través de las comunicaciones telefónicas determinaron el sitio donde estaban retenidos. En ese momento, no hubo ningún detenido porque, informaron las autoridades, cuando los captores se dieron cuenta que estaban cercados por la policía, escaparon, aunque es probable que para garantizar la vida de los periodistas, hayan forzado y permitido la huida.

Sin embargo, si no hubo detenidos, ¿por qué se identificó inmediatamente a los responsables como miembros de una célula de Joaquín “El Chapo” Guzmán? No se dieron pruebas inmediatas que permitieran saber que en efecto habían sido narcotraficantes salvo el dicho que tenían información de inteligencia en ese sentido. No obstante, el secretario de Seguridad Pública Federal, Genaro García Luna, afirmó que Guzmán había iniciado una nueva forma de comunicación pública.

Las consecuencias: Como resultado del secuestro de sus trabajadores, los dos medios magnificaron los hechos, en comparación con la forma más discreta como otros medios en México y el mundo han procesado situaciones similares, y con la potencia que tienen sus pantallas, como si fuera dominó, directores de prensa, radio y televisión del Distrito Federal circularon el domingo un comunicado donde urgían una discusión amplia que tendiera a la autorregulación de los medios y a encontrar una especie de convención sobre la cobertura que podrían hacer, en forma consensuada, sobre el narcotráfico.

Los ecos: La sobre exposición que realizaron Milenio TV y Televisa sobre el caso de sus periodistas secuestrados colocaron el tema de los medios y el narcotráfico como parte de la agenda de debate nacional, algo que el gobierno, desde hace casi dos años, no había logrado hacer. El gobierno federal ha tratado directa e indirectamente de que los medios se autorregulen en materia de cobertura del narcotráfico, bajo el criterio de que al hacerlo reducirán sus niveles de decibeles en la cobertura que le ayude a ir disminuyendo la percepción ciudadana de que la violencia salpica todo el país y que la guerra contra el narcotráfico la va perdiendo el gobierno. Voceros oficiosos le han servido al gobierno para ese propósito, pero hasta este fin de semana, no habían tenido éxito alguno.

Los recursos de presión hasta las últimas consecuencias a los medios para disminuir sus coberturas independientes sobre el narcotráfico, no son nuevas. Desde 2008, el entonces procurador general Eduardo Medina Mora -ideólogo de cabecera de algunos de los apologistas que hoy usan en Los Pinos-, se quejaba con dueños y directores de medios por la forma como se difundía lo que entonces todavía se definía “la guerra contra el narcotráfico”. Medina Mora tomaba a Estados Unidos y Colombia como un ejemplo de responsabilidad de los medios. Pero el ex procurador mentía.

En el caso estadounidense, alegaba que los medios no habían difundido escenas dramáticas o de muertos cuando el ataque a las Torres Gemelas, cuando hay fotografías y videos terribles, en cuanto a impacto, de personas saltando al vacío desde lo alto de los rascacielos y entre los escombros. En el caso de Colombia, soslayaba que la familia del ministro de Defensa, hoy presidente electo, Juan Manuel Santos, controlaba el 75% de los medios colombianos.

Lo ominoso: Los medios en los dos países ícono para el gobierno federal, en voz de Medina Mora y sus altoparlantes en la intelectualidad, no son historias de éxito. En el caso colombiano, la guerra contra el narcotráfico ha sido bastante menos efectiva que la que se realiza en México, y los niveles de inseguridad tienen incrementos galopantes. No se sabe mucho de ello porque los medios, a los que aspiran que lleguen los mexicanos, se callan la realidad que se vive en el entorno.

Por cuanto a Estados Unidos, la histeria colectiva contra el terrorismo arrastró a los medios envueltos en un patriotismo que los hizo cómplices de una guerra de ocupación en Iraq, al aceptar sin cuestionamiento que había armas de destrucción masiva. Los medios contribuyeron con la asimilación acrítica de la versión oficial a la destrucción de un país como Iraq, hoy en día bastante más degradado que bajo la dictadura de Saddam Hussein. Y cuando se dieron cuenta del engaño, era demasiado tarde para mantener su credibilidad.

En México, lo sucedido en Gómez Palacio construyó las condiciones más propicias que ha tenido el gobierno mexicano para cumplir su objetivo de sometimiento de los medios en función de sus necesidades estratégicas. Con una mayoría de dueños y editores sin referentes, sin reflexión sobre coberturas en zonas de riesgo, sin análisis comparativo sobre lo que se ha hecho en otras naciones con sus beneficios y consecuencias, lo que ha sucedido es algo así como un péndulo que oscila entre la apertura de micrófonos a narcotraficantes y subordinación a la autoridad, sin obstáculo alguno. Todo, que es lo grave, dentro de los mismos medios.

Pero las cosas no paran ahí. En la histeria que ahora nos empapa, ya empezaron las voces dentro de la propia prensa donde están empezando a justificar la intervención directa del gobierno federal en los medios de comunicación para que no los use el narcotráfico como vehículos. Mejor imposible. El ideal universal de un gobierno para controlar a la prensa, donde los periodistas les abren la puerta y les piden que se metan a su casa. Mal, como medios, sí estamos.

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