La hora de repicar

Hace poco menos de dos años entrevisté en el programa “Cara a cara” de Promomedios Radio a Herbert Taylor Arthur, entonces coordinador de Innovación y Desarrollo del Gobierno del Estado. Habló largo sobre la gestación de proyectos “estratégicos” como el Centro Logístico, el gasoducto a Manzanillo, el tren de cercanías, el Macrobús, y dejó en suspenso otros más “para no quemarlos”.

Dijo entonces que su labor ante los diferentes órdenes de gobierno y grupos de inversionistas era de “abrepuertas”. ¿Y la política?, le pregunté. La respuesta fue:
“No puedo negar mi gusto y mi pasión por la actividad política o por la actividad partidaria, pero no puedo dejarme llevar por el embeleso… No estoy trabajando en este tipo de cosas. Cuando a mí me toque jugar en el terreno de la política pura, me verás con gran pasión ahí”.

Hace poco más de una semana, después de presentar el proyecto de la llamada Vía Exprés, sometida a una intensa polémica porque se le considera una obra vial que sólo beneficiará a quienes se mueven en automóvil, además de resultar una alternativa ya desechada en otras ciudades del mundo, Taylor dejó su cargo público. Volví a entrevistarlo el martes pasado y le pregunté si se corre el riesgo de que sus proyectos se olviden en un cajón.

No se anduvo con rodeos y soltó: “Hay personajes que no están hoy en la función pública, que son actores políticos muy importantes que están causando un grave atraso a la ciudad […] es un perfil medio psicológico lleno de ambiciones y de apetitos y que lucran con la intención de sabotear para ver si vas y los compras: ‘Yo te saboteo para ver si me pagas protección’; a ese nivel de gangsterismo podemos hablar de varios personajes del Estado…”.

—¿No será momento de decir sus nombres?, le cuestioné.
—Raúl Padilla, díganlo; dígalo por su nombre, se llama Raúl Padilla, y no me refiero a la UdeG, me refiero a Raúl Padilla... Raúl trae un problema, porque si no lo hace él no lo hace nadie, no lo permite. Lo que estamos sacando aquí son proyectos que no corrieron por su autorización (…) ésta es la lógica, el esquema mental de cacique, del capo. (...) Bueno, y cuando esto ocurría recibí amenazas, advertencias veladas y otras no tan veladas.

—¿Amenazas de...?
—Física, de todo tipo, veladas, muy bien dadas: ‘Oye cuídate, no vaya a ser’, pues ni modo, ya estuvo suave, ¿no?
Hace menos de un mes, en otra entrevista, Herbert eludió responder si él era el poder tras el trono en Jalisco: “De chiquillo me enseñaron que no se puede repicar y andar en la procesión”. ¿Dejó la procesión? Lo dudo, pero está repicando… y fuerte.