Martes, 26 de Noviembre 2024
México | PERGEÑO POR VÍCTOR E. WARIO ROMO

La casa en orden

Particularmente este 2010 que se va extinguiendo deja en muchos mexicanos un sabor amargo

Por: EL INFORMADOR

Víctor E. Wario Romo.  /

Víctor E. Wario Romo. /

No es precisamente el título de esta columna lo que suele encontrarse en la mayoría de los hogares mexicanos al amanecer los días 25 de diciembre de cada año. Más bien ocurre lo contrario: la casa está, como suele decirse, patas pa’arriba y no hay nada en su lugar; si la vivienda es alojo de menores de edad, por cada rincón pululan juguetes, prendas de vestir nuevecitas, papeles de envoltura, moños, golosinas y sobras de la cena de la víspera.

Imaginar semejantes escenas, sin embargo, no frena el entusiasmo que se desborda a lo largo de los días 24 de diciembre, que son la antesala de la Noche Buena. Además del sentido material de la expresión, poner la casa en orden suele ser al menos uno de los buenos propósitos que se enuncian durante un buen tiempo antes de que el mundo católico celebre un aniversario más del Nacimiento de Jesús de Nazaret. Por la mente o en voz alta se van desgranando deseos positivos, metas por cumplir, cuentas por saldar y una que otra utopía que le brinde sentido de futuro a nuestras vidas; en el paquete, a veces sólo de manera simbólica también aprovechamos para hacer un somero mea culpa por las omisiones, las faltas y los daños que causamos a otros (y a nosotros mismos) a lo largo del año que expira.

Particularmente este 2010 que se va extinguiendo deja en muchos mexicanos un sabor amargo, una desagradable sensación de que la estamos librando pero como si estuviéramos logrando, a duras penas, atravesar un campo minado. Las penurias económicas, el interminable rosario de crímenes, la percepción de inseguridad, la terrible certeza de la impunidad, el agravio del despilfarro de recursos públicos, la ofensa de la deshonestidad, son males que no se conjuran con letanías y villancicos, que no se atemperan con un ponche caliente y unos dulces buñuelos.

En la culminación de las posadas, en la conmemoración del peregrinar de José y María, hay una sensación de extravío. La estrella de Belén se mira cada vez más lejana en tanto símbolo de esperanza que orienta para llegar al lugar en que puede prevalecer la concordia y cabe la justicia, donde se preserva la vida de los niños con todos sus derechos y los mayores tienen acceso a una labor digna, suficiente para proveer a los suyos de casa, vestido y sustento.

Los estropicios que han causado bandas criminales ante las que el Estado ha sido impotente, incapaz de encontrar fórmulas eficaces para hacer valer el imperio de la ley, son el reflejo amplificado del tamaño del reto que tenemos enfrente para poner la casa en orden. Esa magnífica casa que nos alberga a todos bajo el símbolo de identidad de ser mexicanos.

Pese a todo: ¡Feliz Navidad!

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