La FIL y el Grupo Universidad

En el conflicto entre la Universidad de Guadalajara y el Gobierno del Estado de Jalisco falta precisar términos. Quizá porque las manifestaciones y las declaraciones han sido tantas, quizá porque los reclamos se confunden con algunos de los liderazgos que se manifiestan en los medios de comunicación, se olvida que quienes en verdad se enfrentan son unos pocos, es decir que no es el Poder Ejecutivo, sino algunos políticos que lo dirigen, quienes chocan no con la Universidad, sino con los dirigentes del Grupo Universidad, ése que lleva a conveniencia los destinos de la institución que, efectivamente, como dice su eslogan en esta batalla, “es el corazón” de Jalisco.

Quien mejor ha descrito la realidad de la Universidad es su rector general, Marco Antonio Cortés. Entrevistado el 2 de septiembre, cuando todavía no exigían 701 millones de pesos, aceptó que en la Universidad pesa más el poder de facto que el institucional... el gesto está perdido en la montaña de datos numéricos, declaraciones, calificativos e insultos que han intercambiado.

Pero ya sea formal o no el ejercicio del poder en la Universidad, y aunque éste haya frenado su potencial, la UdeG es la institución educativa que por su solo tamaño, más ha dado Jalisco desde el siglo pasado. De entre sus numerosos frutos sobresale la Feria Internacional del Libro, la famosa FIL. Aunque la Feria es, literalmente, la “niña de los ojos” del licenciado Raúl Padilla López (el jefe del poder fáctico en la Universidad), en el imaginario colectivo el gran evento literario se identifica más con la UdeG que con las directrices y proyectos del ex rector y su grupo político. De hecho, aunque en el discurso se separe a la FIL de la Universidad, los 200 mil universitarios viven la Feria como propia.

Siendo la FIL lo que es, un escaparate internacional que crece cada año y concentra tal importancia que las academias de la Lengua Española anuncian en ésta los cambios más recientes al idioma que hablan todos los habitantes de América Latina y España, es natural que encierre también intereses políticos y no sólo literarios o económicos.

Pero nunca como ahora la Feria ha estado tan politizada. En su inauguración no hubo ninguna autoridad estatal de talla suficiente como para representar al Gobierno; tampoco asistió el Presidente del país, aunque esto pueda considerarse normal. Y el choque entre grupos políticos hizo de la Feria su arena de batalla; tan es así que el verdadero “personaje” ha sido no un literato, sino el rector de la UNAM, José Narro Robles, quien se unió sin reserva al reclamo de más recursos económicos para la Universidad pública, aunque este objetivo es apenas uno de los muchos argumentos para alimentar el conflicto.

Si los contrincantes no se autolimitan (y no hay otra opción), pueden contaminar irremediablemente uno de los más valiosos frutos de la UdeG, la FIL.