Juvenicidios

Juvenicidios no solamente son los atroces asesinatos cometidos en contra de jóvenes, como los que recién privaron de la vida a 13 internados de un centro de rehabilitación para adictos de Tijuana, o 14 que se divertían en una fiesta en Ciudad Juárez. Éstas y las otras matanzas, que muestran un desprecio a los jóvenes, la vida y la legalidad, son la forma más terrible de agresión. Pero no son las únicas.

A los jóvenes mexicanos también se les agrede de otras maneras: como “ninis”, que ni estudian ni trabajan porque no hay opciones para ellos y ellas; como rechazados de instituciones universitarias sin cupo en sus aulas; como estudiantes victimados por “error” en enfrentamientos entre fuerzas de seguridad y delincuentes o en retenes; como migrantes que dejan sus pueblos y ciudades, en pos de mejores empleos en Estados Unidos; como peones, obreros, empleados, de dos o tres salarios mínimos diarios y largas horas de trabajo.

Como adolescentes que en las secundarias enfrentan tentaciones y problemas: como el primer cigarro de yerba y la primera bebida alcohólica para, de ahí, tal vez pasar a consumir drogas más adictivas; como no continuar los estudios para trabajar y apoyar económicamente a sus familias; como el despertar a la sexualidad y embarazar o ser embarazadas, sin madurez para ser padres o madres; como buscar nuevas experiencias, conocer otras ideas y toparse con grupos de diferentes ideologías que los domestican, los enajenan, los vuelven fanáticos.

Como universitarios a punto de egresar con miedo a lo que les depara la vida, en la incertidumbre sobre si tendrán empleo o podrán armar la empresa que sueñan; con enseñanzas individualistas, ajenas a las problemáticas sociales, sin prepararlos para la vida, con desdén por su país, por la Naturaleza, por los excluidos; sin padres amorosos o cercanos, sin figuras de autoridad que pudieran enseñarles los límites, el respeto, la aceptación de los otros, la aceptación de sí mismos.

Como chavos que sobreviven en medio de la violencia, que desde niños la padecen en sus hogares y en sus barrios, que son mareados por medios de comunicación que rinden culto a la violencia y los violentos; jóvenes que son víctimas de la violencia que se llama injusticia social, de la violencia que surge desde el interior del injusto sistema mexicano, al que sólo le importan como fuerza de trabajo o consumidores de lo que sea; que son atrapados por los grupos delictivos que les dan drogas, poder, dinero, vehículos y armas. ¿Por qué, por qué, por qué la mayoría de los sicarios son jóvenes, por Dios?

Ser joven en México es peligroso.