Miércoles, 11 de Diciembre 2024
México | Jaime Hernández, Fundación Vida y Valores A.C.

José Cárdenas: ¿esputo o vómito?

Cárdenas postula una ‘‘sociedad plural’’, pero su pluralidad no incluye el Magisterio de la Iglesia

Por: EL INFORMADOR

El diario El Universal, en su edición del 20 de agosto, exhibe el texticulillo de un tal José Cárdenas, al que puso por título “Sandoval es una lacra”.

El suelto empieza por ser recomendable para aquellos filólogos que, inquietos por registrar los idiotismos o patologías del lenguaje, quieran tener un repertorio abundante de parataxis o catacresis; esto es, de inconexiones sintácticas y ripios semánticos. Cárdenas escribe como quien expectora, y su fraseología ora tiene la sutileza de un esputo, ora la de un  bilioso y rubicundo vómito. Dilema para bacteriólogos que no estamos en condiciones de dilucidar.

Recomendable es también el escrito para los maestros de la psiquiatría, verbigratia, para quienes anden especializados en el síndrome de la disociación ideativa, popularmente conocido como disparate o incongruencia. Contribuyamos con algunos ejemplos a la taxonomía del morbo.

Cárdenas cubre de múltiples y repugnantes epítetos al señor Cardenal, pero se queja de que su acusado es “soez”.  Propicia que “cada quien piense lo que quiere”, excepto Su Eminencia que, por hacerlo, es conducido al cadalso, por ahora sólo periodístico.

Cárdenas postula una “sociedad plural”, pero su pluralidad no incluye el Magisterio de la Iglesia, ni el respeto elemental por los que adhieren a él. Anhela un “Estado laico”, mas le rinde culto de latría al “130 constitucional”, diviniza a “las instituciones y a quienes las encabezan”, sacraliza “los derechos y las libertades”, y se lo percibe inquieto ante la sola posibilidad de que el Cardenal haya conculcado el Segundo Mandamiento.

“Usa el nombre de Dios, como jerga”, dice el nuevo Prefecto de la Profana Congregación para la Doctrina de Sodoma. “Tuerce la doctrina de Cristo”, “comete pecado”, sentencia casi bajo palio y tiara. ¿En qué quedamos, José? Si estamos en un Estado laico, pletórico de manfloros y de ciudadanas de Lesbos, ¿a qué viene esta súbita rémora religiosa, propia de estadios que Comte dio definitivamente por superados? ¿A qué vigilar cual severo inquisidor quién peca y quien tuerce la ortodoxia? ¿De dónde este celo –impropio de un hombre moderno- por verificar “hasta qué punto tenga [Sandoval] el consenso de la Iglesia Católica”?

Atención psiquiatras. No digan después que los hemos privado de este primoroso leading case.

El tercer aporte del artículo cardenalicio –del gentilicio Cárdenas, entiéndase, que no queremos pecar contra el laicismo- está dirigido a los epistemólogos de la lógica y hasta quienes escudriñan los meandros de la ética

Los primeros conocen bien lo que es un argumento ad hominem. Cuando no se sabe argüir contra el discurso de un adversario, no queda más remedio que descalificarlo. Incurriendo además en el sofisma de la ignorantia elenchi o cambio de asunto por desconocimiento de la materia abordada.

Tal el caso de José, al que en lo sucesivo llamaremos Licenciado Cero, pues es inconcebible, y hasta podría ser anticonstitucional, que en estos tiempos alguien ande portando impunemente un nombre hagiográfico, de intolerable connotaciones bíblicas. Se cuentan por decenas los epítetos de Cero al Cardenal. Desde el histérico “homófobo” hasta el infaltable “fascista”. Pero no existe en toda la nota una sola línea racional que permita comprender porqué dos sodomitas podrían formar un matrimonio si no hay madre, y porqué podrían adoptar hijos si él mismo reconoce que “los escogen como mascotas”, no como prole.

El Licenciado Cero, para hacer honor a su nombre, ha resultado reprobado en lógica.

En moral no anda mejor, por aquello que nos dijera Bochenski: que la lógica es la ética de la inteligencia. Mal puede entonces darse la recíproca: que la ética sea la lógica de la conducta. Por eso, por la amoralidad radical de su perspectiva, puede escribir sin inmutarse y escribe, que los homosexuales, a los niños que adoptan, “los prefieren recién nacidos. Sanos. Guapos. Güeros. Los escogen como mascotas”. Lo que en un espíritu sano debió ser causa de escándalo y condena tajante, para nuestro mercenario de la pluma es ocasión de festejo y jolgorio. A Cero no le parece discriminatorio desechar a los niños ya crecidos o mestizos; ni le parece vejatorio de la condición humana adquirir un pequeño como quien compra un perrito maltés. Delicias de la moral sectaria, que algún iniciado podrá inteligir mejor.

No obstante lo antedicho, se equivocaría el lector si creyera que todo en el artículo de marras es injuria anticlerical y rechinar de mandiles. Cárdenas sabe elogiar también al Primado, y no debemos desaprovechar sus encomios en medio de tantas asperezas.

Escribe así, para nuestra delectación y consuelo, que “tocarán a rebato las campanas”, que se “convertirá el agua de la llave en agua bendita”, que se podrá traer a colación “la guerra cristera”. Y más singularmente, que El Señor Cardenal Sandoval Íñiguez “usa la cruz como espada”, “trapea los muladares del Estado laico”, y posee unos “argumentos y filosofía que son de hace mil años”. Confieso que yo, católico ultramontano y pre-medieval, no podría pergeñar ditirambo más sonoro para un Príncipe de la Iglesia. En mi opinión, el Cardenal debería ordenar que tales primores se inscribieran en su epitafio.

No habrá lápida para Cárdenas, en cambio. Porque nosotros somos mortales, claro; y –gracia de Dios mediante- no ha de faltarnos una flor y un rezo ante la tumba terrena.  Pero ellos -los defensores de la contranatura, de las aborrecibles conductas de tanto degenerado suelto, los apologistas de la cultura de la muerte, de la roña y de la mancebía impúdica, del hogar deshecho y el pundonor violado, los empleados del Nuevo Orden Internacional- ellos, no son mortales. Son biodegradables.

Jaime Hernández
Fundación Vida y Valores A.C.
jhernan60@hotmail.com

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