Jueves, 28 de Noviembre 2024
México | LUCIÉRNAGA CIUDADANA POR GUADALUPE MORFÍN

Ideas de Dios

Ese Dios en el que creo, así como abraza, exige una fraternidad no sólo con los humanos, sino con todo lo creado

Por: EL INFORMADOR

Guadalupe Morfín.  /

Guadalupe Morfín. /

Me pide un lector que escriba de la necesidad de educar en Dios. Me temo no poder darle gusto del todo. Mi idea de Dios es tan propia como la de cada quien y, aunque tiene sus raíces en la tradición judeo cristiana, vive sus soledades. ¿Cuál no? Sí pienso que hay que educar en principios que para unos encarnan en los que predicó un Dios hecho hombre, para otros un profeta, o un iluminado, y que el hecho de no creer en Dios, o tener dudas sobre su existencia, como sucede con algunos de mis mejores amigos, no obsta para ser justos y apostar por un mundo más fraterno.

No es necesario ser creyente para vivir una espiritualidad. Una espiritualidad laica, respetuosa de las libertades de creer o no creer, se fundará en la igualdad, los derechos humanos, y comulgará con las mejores expresiones de quienes, desde las religiones, han apostado por el ecumenismo, la tolerancia, la paz.

Si alguien hubiera educado como mis papás me educaron —y como luego le seguí, agregando y desechando— en esta idea de Dios, a quienes agredieron una fiesta de jóvenes en Ciudad Juárez, un camión donde varias mujeres iban allí mismo a su trabajo, un centro de rehabilitación para adictos en Tijuana, un autobaño en Tepic, o a nueve policías en Jilotlán, o lanzaron granadas en Zapopan, esos que se atrevieron a matar, no lo habrían hecho. No hubieran tenido cara con qué mirar a sus hijos, a su espejo, a su perro. (Y de todos modos me pregunto ¿y si los educaron así, qué pasó? ¿Basta educar? ¿Y luego?)

La violencia descarnada en México nos lleva a indagar qué faltó en las vidas de quienes la ejercen, y a hacernos cargo de cómo ésta se edifica, mucho antes de que comience a ser disparada la primera bala, en los ámbitos domésticos, laborales, docentes, jurídicos (impunidades), culturales, urbanos (malos servicios, autorización de edificaciones fraudulentas, fraccionamientos inhumanos, imposibilidad de gozar el espacio público). Detrás de quienes hoy disparan, eslabones visibles de la cadena delictiva, hay años de adoración a los nuevos becerros de oro: el consumismo, el poder, el dominio sobre otros, otras. Y siglos de exclusiones, autoritarismo, desigualdades.

Ese Dios en el que creo, así como abraza, exige una fraternidad no sólo con los humanos, sino con todo lo creado. Es un Dios de mucho trajinar. Insiste en soplarme al oído que existen los otros, que no son como yo, y por eso me ayudan a completarme. Es un Dios al lado de las víctimas. Pero las ideas de Dios no se deben imponer. Si creemos que algo es bueno, demos testimonio de ello. Y es que, en la vida pública, también hay que trajinar para cuidar las libertades que hemos ganado, pensemos como pensemos en las cosas de Dios.

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