Gana el que cuenta los votos

Hechos que conmueven al país van y vienen, pero aquellos que auténticamente definen el rumbo de la nación están irremediablemente ligados al tema electoral. Las votaciones para elegir autoridades son el eje que hace girar prácticamente todas las actividades públicas.

Jalisco no es una excepción a la realidad mexicana. Pero aunque en el Estado estamos lejos de la próxima cita con las urnas (julio de 2012), la maquinaria electoral avanza y lo aplasta todo, insensible a cualquier esquema distinto del que nutra los intereses de partidos políticos y sus cúpulas de control.

En el colmo del cinismo que impone esta lógica política (no me refiero a la postura filosófica, sino a la conducta que disculpa y defiende actos reprochables), ayer uno de los diputados del Congreso local —diputados que llevan en el cargo menos de tres meses— denunció públicamente que legisladores de Acción Nacional, concretamente Abraham González Uyeda, intentan convencer a la fracción parlamentaria de los priistas para que, entre ambos grupos, elijan a placer a los próximos consejeros del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana.

Una vieja máxima priista sentencia: “El que cuenta los votos, gana”.

Artífices y maestros de las elecciones democráticas fingidas, muchos priistas sostienen que controlar el Instituto Electoral, ése que tiene el millonario presupuesto del erario para organizar las elecciones, les dará ventaja en las elecciones. Su meta es recuperar la gubernatura del Estado que perdieron en 1994.

Pero ahora tienen serios competidores: los panistas que durante 15 años aprendieron aceleradamente las prácticas antidemocráticas que por decenios condenaron. Priistas y panistas se aplican otra conseja: “Entre gitanos, no nos leemos la mano”.

Ambos partidos —precisemos: sus cúpulas en el Congreso— proyectan repartirse el botín. Elegir a los consejeros electorales y eliminar a posibles competidores en las elecciones futuras. Ya entre dos bandos es más sencilla una negociación.

El nombre de Abraham González, único acusado en un primer momento, se acepta sin dificultad. Jamás ha negado su aspiración a ser candidato del PAN a la gubernatura jalisciense. Cuando recién iniciaba su tarea como diputado, le pregunté por su ambición (legítima) y contestó con un “no basta querer, hay que poder”. Evidentemente, siente que puede, y está usando todos los recursos posibles, no para llegar a una competencia democrática, sino para eliminar obstáculos. Son lógicas distintas.

Pero hay otro punto digno de consideración. El indignado denunciante es también un diputado: Enrique Aubry, del Partido Verde. El señor pide que los consejeros electorales se repartan de otro modo: tres al PRI, dos al PAN, uno a su partido y uno más —resultó generoso— para el PRD.

Ni siquiera considera, igual que no lo hacen diputados ni partidos, que el Instituto Electoral se creó como un “organismo ciudadano”, ajeno a la clase política.

De los consejeros electorales, que terminan su período el 31 de mayo, hablaremos luego.

Lo dicho: no somos excepción.