Lunes, 02 de Diciembre 2024
México | CAJA FUERTE POR LUIS MIGUEL GONZÁLEZ

Fukushima pone a dormir el sueño atómico

El Gobierno de México ha sido cauteloso. No somos una potencia mundial ni tenemos un plan atómico ambicioso, pero no podemos darnos el lujo de despreciar la energía nuclear

Por: EL INFORMADOR

Japón no enfrenta otro Chernobyl, pero la crisis en Fukushima pone punto final a una era de la energía nuclear.

Así de claro lo dicen Der Spiegel en Alemania; Financial Times en Inglaterra, y Wall Street Journal en Estados Unidos. Con fuerza lo repiten los mercados. Areva, la mayor productora mundial de plantas nucleares, ha sido vapuleada en su cotización. Algo parecido ha ocurrido con Caneco, el mayor procesador de Uranio y otras multinacionales que han apostado por la energía atómica: Eon, RWE y GE.

Antes del tsunami, el mundo vivía una reconciliación con la energía nuclear. Los temores que despertaron con Chernobyl, en 1986, estaban adormecidos. A escala global se vivía un boom en la construcción de plantas nucleares. La Agencia Internacional de la Energía Atómica esperaba que 25 países se sumaran a la lista de naciones con energía nuclear antes de 2025.

Además de los primerizos, una decena de potencias había anunciado planes para incrementar su infraestructura, entre ellos Estados Unidos, Alemania, Corea del Sur y Japón. Tan sólo China tiene 25 plantas en construcción y 120 en proyecto.

La decisión era más que racional. Una nueva generación de plantas garantizaba niveles máximos de seguridad y eficiencia. Esto permitiría afrontar la mayor demanda energética sin recurrir a los combustibles fósiles ni incrementar las emisiones de dióxido de carbono.
México estaba preparado para sumarse a esa tendencia. Nuestro país había incorporado la energía nuclear al programa energético de largo plazo. Habíamos llegado al momento de reiniciar aquello que se interrumpió después de Laguna Verde.

Fukushima obliga a replantear el tema. Japón es un portento en el desarrollo y uso de la tecnología. Sus técnicos son quizá los mejores del mundo, lo mismo que los mecanismos de supervisión de las plantas. Si un accidente como el de Fukushima puede ocurrir en Japón, podría suceder en cualquier parte del planeta.

Japón 2011 no es Chernobyl 1986. En la Unión Soviética los equipos eran obsoletos, los recursos humanos no estaban capacitados para responder a una catástrofe y la sociedad no tenía ni siquiera el derecho a exigir la información mínima sobre la seguridad de la plantas nucleares.

No hay forma de energía que esté a prueba de fallas. Cada sociedad deberá decidir a partir de esta premisa. Barack Obama dice que Estados Unidos sigue adelante. Nicolás Sarkozy asegura que Francia también. Venezuela cancela, Alemania pone pausa y China anuncia una profunda revisión de su plan. El anuncio del Dragón ha puesto los nervios de punta en los mercados. Un tercio de los nuevos proyectos mundiales están allí.

El Gobierno de México ha sido cauteloso. No somos una potencia mundial ni tenemos un plan atómico ambicioso, pero no podemos darnos el lujo de despreciar la energía nuclear.

Sobre todo, porque sabemos que nuestros días como potencia petrolera están contados: no pasarán de 2025.

El futuro energético del mundo dependerá del desenlace en Fukushima. Esa región de Japón apareció en el mapa para recordarnos que la energía nuclear no es controlable en su totalidad. Nos ha puesto a preguntarnos ¿cuánto riesgo estamos dispuestos a correr?

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