Martes, 26 de Noviembre 2024
México | Por Raymundo Riva Palacio

Estrictamente personal

La Siberia de Pascual

Por: EL INFORMADOR

Para efectos prácticos, el embajador de Estados Unidos, Carlos Pascual, ha sido defenestrado por el Gobierno mexicano. Aunque la coordinación institucional entre ambos gobiernos se mantiene inalterada, el embajador perdió la confianza y el respeto de sus interlocutores por razones objetivas y subjetivas, y por cuestiones profesionales y personales que se mezclaron ante una candidez inexplicable.

Pascual llegó a México rodeado por la suspicacia de su expertise en países en reconstrucción, que en un país metido en una guerra contra el narcotráfico, parecía un doble mensaje del primer embajador de Barack Obama. Sin medir consecuencias por las sensibilidades que podría herir en este país de símbolos, cometió el error de  soslayar los códigos políticos e ignorar el carácter duro y tozudo de un Presidente, de sí antinorteamericano, como Felipe Calderón, que le ha cobrado la factura.

La gestión profesional y el actuar personal de Pascual traslaparon su vida pública con su vida privada. Al llegar a México recién divorciado, encontró en su viejo amigo, el ex canciller Jorge Castañeda, respuestas a su soledad. Fue él quien le presentó a la hija de Francisco Rojas, coordinador de la bancada del PRI en el Congreso, recién  salida de su propia relación personal –con un cercano colaborador del Presidente Calderón-, con quien se entendió perfectamente.

La vida privada de Pascual debería mantenerse privada, pero al afectar su trabajo diplomático se convierte en pública. Castañeda, que fue cercano a Calderón cuando trabajaban ambos para el presidente Vicente Fox, ahora es su detractor. Su relación con la hija de un miembro de la élite del PRI durante casi una generación, sólo añade ingredientes subjetivos a la pérdida de confianza que hay en él.

En las más altas esferas del Gobierno están convencidos de que las conversaciones que mantuvieron con él fueron transmitidas a los “enemigos” de Calderón. Si es cierto o no, es irrelevante. La percepción ya afectó la realidad y está siendo señalada en medios de Washington como una de las variables del Presidente en vísperas de su encuentro con el presidente Obama.
La otra, que se añade inexorablemente, es lo que piensa del Gobierno de Calderón, revelado en las filtraciones a WikiLeaks.

Si el enojo del Presidente por sus relaciones “hostiles” a él no ha sido exteriorizado, sí lo ha sido su molestia por los contenidos de sus reportes a Washington.

 El enojo del Presidente afloró en una reciente entrevista con el director de “El Universal”, Roberto Rock, cuando a la pregunta sobre los cables dijo de Pascual: “La ignorancia del señor se traduce en una distorsión de lo que ocurre en México, y se cae en una afectación y una molestia en nuestro propio equipo”.

El calificativo de “ignorante” es el más grave que jamás le haya hecho un Presidente mexicano a un embajador de Estados Unidos en tiempos de paz entre las dos naciones. La molestia central es por un cable de noviembre de 2009 donde refiere fallas en la inteligencia mexicana y falta de coordinación del gabinete de seguridad en la lucha contra el narcotráfico. “Yo, al embajador estadounidense, no tengo por qué decirle cuántas veces me reúno con el gabinete de seguridad ni que digo”, dijo Calderón a “El Universal”.

“La verdad es que no es un asunto de su incumbencia. No acepto ni tolero ningún tipo de intervención”.

Las declaraciones, que tuvieron fuerte repercusión en Estados Unidos, ventilaron el conflicto con el embajador Pascual, quien perdió acceso real a Los Pinos y las secretarías  de la Defensa, Relaciones Exteriores y Seguridad Pública Federal, donde lo consideran no sólo frívolo sino alguien que los engañó y se aprovechó de la confianza que le depositaron. En realidad Pascual estaba haciendo su trabajo, pero el tono de sus mensajes fue el detonador de la irritación, que llegó a extremos de vetarlo de reuniones del Presidente con emisarios de Obama.

Pascual está anulado hoy en día como embajador, al perder eficacia por el deterioro de sus relaciones profesionales. No ha llegado al extremo ser marginado como el embajador estadounidense en Afganistán, a quien tras los cables de WikiLeaks nadie le habla. Pero la Siberia en la cual se encuentra lo convierte en una pieza defectuosa y probablemente, desechable.

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