Miércoles, 27 de Noviembre 2024
México | Por Raymundo Riva Palacio

Estrictamente personal

Tamaulipas: la guardia pretoriana

Por: EL INFORMADOR

El primero de enero comienza la pesadilla para Egidio Torre Cantú. Es el día en que asume la gubernatura de Tamaulipas, que se le atravesó en el camino al ser el reemplazo de emergencia tras el asesinato del candidato al Gobierno, su hermano Rodolfo, en vísperas de la elección. Fue doble el impacto. La pérdida de su hermano y la posibilidad de que él siguiera su camino. Desde entonces vive con miedo, con un chaleco contra balas como parte de su atuendo personal cotidiano, y una escolta de seguridad para blindarlo de un atentado. Pero no le es suficiente.

Si la vida de un candidato a gobernador no vale nada --en función de la ausencia de responsables materiales e intelectuales del crimen de junio--, la de un gobernador en funciones debe tener un valor similar. Desde el asesinato de Rodolfo Torre Cantú en medio de una batalla entre el cártel del Golfo y Los Zetas, un abanico de opciones comenzó a estudiarse para que la violencia no atrapara todas las comunidades tamaulipecas en una guerra que no era la suya.

La violencia siguió su expansión y hay ciudades en la frontera con Estados Unidos que se volvieron pueblos fantasmas al huir la gente por el miedo. El Presidente Felipe Calderón desplazó casi tres mil efectivos militares y policías adicionales al Estado, y la Marina envió unidades de élite para realizar operativos de precisión contra los narcotraficantes. La discusión se centraba en si, con la autorización del gobernador entrante, las fuerzas federales asumían el control total de la seguridad pública.

Hacerlo significaría una especie de estado de excepción disfrazado, que había sido un planteamiento del secretario de la Defensa, general Guillermo Galván, como una opción en ciudades específicas del país, rechazado por el entonces secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont. En el formato que se planteaba para Tamaulipas tras el crimen de Torre Cantú, significaría también la suspensión del federalismo y una partición del poder, donde habría uno legal y uno de facto. Hasta ahora, no se ha llegado a ninguna decisión.

Pero Egidio Torre Cantú tiene una cita inevitable al arrancar el año, y la idea de un atentado no ha dejado de rondar en la cabeza de muchas personas --seguramente la de él también-- durante un buen tiempo. La manera como resolvieron reducir los márgenes de riesgo y no ser rehén del narcotráfico, fue la creación de un cuerpo de seguridad altamente adiestrado que esté ideológicamente convencido de ofrecer su vida a cambio de la del gobernador entrante, en caso de ser necesario.

Desde hace unos meses se contrató a un equipo de entrenadores israelitas para preparar un cuerpo de escoltas especial para Torre Cantú. Los israelitas están considerados entre lo mejor del mundo en técnica y capacitación, producto de más de medio siglo de desarrollo y sofisticación defensivo ante el mundo árabe que los rodea y que los ha querido aniquilar. Los israelitas comenzaron a reclutar entre hombres y mujeres con experiencia en las Fuerzas Armadas, la Policía Federal y policías estatales.

El grupo comenzó con alrededor de 200 reclutas, de los cuales quedaron menos de 40 tras las primeras pruebas. A quienes quedaron incluidos se les paga cuatro mil dólares mensuales y se les da un seguro de vida amplio. No pueden renunciar libremente. Si lo hacen, tienen que reponer todo el dinero que recibieron durante el curso, que incluye extenuantes entrenamientos físicos a lo largo de nueve horas diarias, manejo de armas de fuego y operaciones tácticas.

Los entrenamientos se desarrollan de manera secreta en unos terrenos cercanos al Penal de Barrientos, en Tlalnepantla, en la zona metropolitana al norte de la Ciudad de México. Ninguno de los participantes puede decir qué hace, con quién lo hace, ni porqué lo hace. En el secreto se fortalece el blindaje para evitar infiltraciones de los narcotraficantes, que se supone jugaron un papel importante en el asesinato de Torre Cantú.

Precisamente, uno de los ejercicios que les han hecho practicar es la recreación de la ejecución del candidato a gobernador, para mostrarles cuáles fueron las fallas en el equipo de seguridad y cuáles podrían haber sido las opciones para su defensa. Otros ejercicios tienen que ver con la protección física o con técnicas evasivas y de escape de emboscadas. No quieren que se cumpla la pesadilla de Torre Cantú y siga el camino trágico de su hermano.

Tienen razón. En estos tiempos de guerra salvaje en varios puntos del país, extremar precauciones no es sólo una atinada actitud preventiva, sino un ejercicio necesario de sentido común y, en el caso de los políticos, responsabilidad.

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