Viernes, 29 de Noviembre 2024
México | Por Francisco Javier Besson O.

Entre ángeles y demonios

Feria Internacional del Libro

Por: EL INFORMADOR

Rosendo Benítez anda muy inquieto, da vueltas en la cama y no puede conciliar el sueño. Está cargado de emociones, excitado, muy feliz. La FIL nuevamente está en Guadalajara. Una vez más habrá de sumergirse en los libros y soñar, viajar, disfrutar junto con más de medio millón de visitantes y mil 600 casas editoriales de 40 países diferentes. Así lo ha hecho a través ya de 22 años. Ha visto a través de los ojos diáfanos de gigantes de la literatura, ha hurgado en las razones, palabras, letras, sentimientos y pasiones de quienes han obtenido el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances –antes Juan Rulfo--, desde Nicanor Parra hasta el hoy galardonado Rafael Cadenas, tocando las fibras de la vivencia universal de Juan José Arreola, Carlos Monsiváis, Fernando del Paso, Antonio Lobo Antunes, Nélida Piñón, Olga Orozco, Sergio Pitol y Augusto Monterroso, entre otras y otros.

Seguramente Rosendo caminará como vecino del gran Gabo, del único García Márquez, para encontrarse con la familia Buendía, con José Arcadio y con Aureliano, el coronel, sentenciados todos ellos a vivir “Cien Años de Soledad” en Macondo, aldea con no más de 20 casas en su fundación. Acompañará, sin duda alguna, a Juan Preciado en la búsqueda de su padre “Pedro Páramo” en el pueblo de Comala y en ese sitio estéril se dará cuenta a través del espíritu de Rulfo, que la búsqueda de Preciado en un pueblo de fantasmas y ánimas en pena es la de su propia identidad. También habrá de sentir a la muerte de Beatriz Viterbo que en “El Aleph” de Jorge Luis Borges, en tan sólo un instante se descubre el sentido de todo el Universo.

Además con profundo espíritu de identidad y liberación gritará Benítez con Neruda en un “Canto General”, desde las Alturas del Machu Picchu:

Madre de piedra, espuma de los cóndores.
Alto arrecife de la aurora humana.
Pala perdida en la primera arena.
Aquí la hebra dorada salió de la vicuña
a vestir los amores, los túmulos, las madres,
el rey, las oraciones, los guerreros.

Recorrerá con Octavio Paz en “El Laberinto de la Soledad” el ser del mexicano; del pachuco y de las máscaras que porta; del hijo de “La Malinche”, la detención del tiempo con los santos y los muertos; la Conquista, la Colonia, la Independencia, la Revolución; y el camino para llegar al encuentro con la “inteligencia mexicana”.

Levántate Rosendo y vete ya para la FIL. Ve a participar con lectores y libreros en un vital alumbramiento como lo vislumbra Saramago, porque “quien escribe libros y los publica vive la fascinante y exhaustiva profesión de transformar en producto mercantil el resultado de la inteligencia y del talento, de la sensibilidad y de la imaginación”.

Levántate Rosendo y vete ya para la FIL. Ve a leer, a convivir, a comunicarte con los demás de manera clara y transparente, porque como afirma Carlos Fuentes “un libro recoge y respeta la oralidad como tradición, desenmascara la oralidad como retórica y nos rescata del silencio para instalarnos en el diálogo”.

Levántate Rosendo y vete ya para la FIL. Ve a identificarte una vez más con Fernando Savater para que “en lugar de hablar de las montañas que han escalado, los ríos donde han nadado o las fieras cuyas cabezas exhiben como trofeos de caza, cuenten los libros que han leído, y prosigan cultivando lo que les causa placer, porque leer es su forma de alimentarse y reponer fuerzas y escribir, una manera de respirar”. Busca con Savater “semejantes con esos mismos hábitos para intercambiar con ellos contraseñas y complicidades”.

En fin Rosendo Benítez, sumérgete en la poesía cuando camines entre ángeles y demonios en la FIL, en esa poesía, así lo dice García Márquez, “por cuya virtud el inventario abrumador de las naves que numeró en su Ilíada el viejo Homero está visitado por un viento que las empuja a navegar con su presteza intemporal y alucinada. La poesía que sostiene, en el delgado andamiaje de los tercetos del Dante, toda la fábrica densa y colosal de la Edad Media. La poesía que con tan milagrosa totalidad rescata a nuestra América en las alturas del Machu Picchu de Pablo Neruda el grande, el más grande, y donde destilan su tristeza milenaria nuestros mejores sueños sin salida. La poesía, en fin, esa energía secreta de la vida cotidiana, que cuece los garbanzos en la cocina, y contagia el amor y repite las imágenes en los espejos”.

Enhorabuena FIL qué bueno que otra vez estás aquí. Gracias por la oportunidad que nos obsequias para soñar e imaginar en el mismo seno de tu riqueza intemporal.

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