Sábado, 30 de Noviembre 2024
México | SERPENTINA POR IVABELLE ARROYO

El zar tapatío contra la corrupción

Señoras, señores… con ustedes Augusto Valencia, el Zar Tapatío Anticorrupción

Por: EL INFORMADOR

Quizá algunos de ustedes ya lo conozcan y es probable que estén al tanto de sus nuevas responsabilidades, pero hay que presentarlo otra vez como si nadie lo hubiera visto. Señoras, señores… con ustedes Augusto Valencia, el Zar Tapatío Anticorrupción (bueno, no se esperan aplausos, pero tampoco se vayan).

El ex presidente del Instituto de Transparencia fue elegido por Aristóteles Sandoval, según esto, para combatir los malos modos de hacer gobierno y para cortar uñas y cabezas, del partido que sean. Lo eligió, lo presentó y lo soltó. Mal había aceptado el cargo, cuando el zar ya había desatado broncas con los consejeros ciudadanos de Transparencia, pero ése es cuento para otro día, porque lo primero es lo primero: el cargo es nuevo y, con Valencia, sin él, con torpezas políticas o con mano izquierda, hay que darle una pensada a su pertinencia. ¿De dónde salió eso del zar? El Ayuntamiento ya tiene leyes que debe respetar, ya tiene un contralor, ya tiene un costosísimo cabildo con regidores de oposición y ya tiene hasta el susodicho Consejo Ciudadano de Transparencia.

El contralor se dedica a ver que las cuentas cuadren. Si se pidieron 15 pesos para las banquetas, revisa que efectivamente se hayan gastado 15 y que las facturas digan adoquín y no bikinis. Allí no se necesita al Zar.

En el área de transparencia tampoco. Usted puede meterse al portal de internet y, si no tiene nada qué hacer, podría encontrar hasta el dato más irrelevante sobre las luminarias de su calle. Si no lo encuentra, puede llegar al Palacio y preguntar cualquier bobería en el área de transparencia. Eso ya está.

Por si fuera poco, el arreglo institucional le da entrada a distintos partidos políticos y se supone que la oposición, con sus regidores, anda con lupa en mano para señalar defectos y cachar votos. Y sin embargo, hasta el más torpe de los funcionarios sabe que la corrupción no se ha agotado ni con la ley, ni con la contraloría, ni con la transparencia, ni con la oposición. Los enjuagues se hacen por un ladito: no quedan facturas y no aparecen en el portal. Si un ciudadano incauto (digamos dueño de un bar) cae en las garras de un funcionario gandalla, ya puede ir cerrando el changarro, porque va a tener que repartir las ganancias. ¿Y con quién se queja? ¿Con el jefe? ¿Con el regidor responsable? ¿Con el líder de un partido? ¿Con un reportero? Saldrá en los medios, pero no habrá sanción. Eleve el ejemplo a niveles de permisos para construcción del orden de los muchos millones y es exactamente lo mismo. Hasta ahora, la denuncia no encuentra un camino institucional que derive en sanciones y protección a los incautos. Por eso, nomás por eso, no sobra el Zar.

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