Martes, 26 de Noviembre 2024
México | SERPIENTES Y ESCALERAS POR SALVADOR GARCÍA SOTO

El obispo incómodo

Hoy muchos lamentan su partida, algunos porque de verdad la sienten, otros para quedar bien

Por: EL INFORMADOR

Salvador García Soto.  /

Salvador García Soto. /

Es curiosa la condición humana; muchos de los que ayer despedían con elogios y reconocimientos al obispo Samuel Ruiz, son los mismos que no hace muchos años lo descalificaban y vilipendiaban por ponerse del lado de los pobres y los indios.

Pareciera que la muerte borra de tajo todas las imperfecciones y defectos para dar paso a un alud de alabanzas y panegíricos que, no en todos los casos, son necesariamente sinceros.

Samuel Ruiz García fue en vida un obispo incómodo. Incómodo para el poder, al que desafiaba por ir contra el statu quo y por enseñarle a los indios que tenían los mismos derechos que los caciques terratenientes que se apoderaban de sus tierras y los explotaban, o que los mestizos que los veían y trataban como inferiores en toda la región de Los Altos con la complacencia de las autoridades priistas de Chiapas.

Incómodo para la curia católica mexicana, de la que disentía al llevar una vida no de lujos ni excesos, como la mayoría de los obispos, y al optar por los desprotegidos y no por los ricos y poderosos, a los que son tan proclives casi todos los jerarcas católicos. Incómodo también para el Vaticano y la curia romana, que intentó y estuvo a punto de removerlo de la Diócesis de San Cristóbal en 1993, cuando Girolamo Prigione, en su cruzada contra los obispos “rebeldes o sociales” en México, envenenó a los jerarcas de Roma, que le abrieron un proceso y lo acusaban de “excesiva politización”.

Incómodo para el presidente Carlos Salinas, a quien contribuyó a arruinarle su salida de la Presidencia y sus proyectos transexenales, al haber sido promotor y apoyador de la causa indígena e iniciador del proceso de concientización y dignificación que derivó en el alzamiento armado del EZLN el 1 de enero de 1994.

Incómodo para la derecha, que lo veía demasiado cargado a la izquierda y hasta llegaron a tacharlo de comunista; incómodo para los empresarios, que lo veían como subversivo y peligroso; incómodo para los católicos tradicionalistas, que cuestionaban sus misas en tojolabal, tzeltal, tzotzil y chol.

Al final de su vida muchos le reconocieron la gran labor social y pastoral que realizó en Chiapas; en el mismo Vaticano rectificaron y lo respaldaron cuando escucharon sus argumentos y sus advertencias sobre la situación de injusticia que privaba en el Sureste mexicano.

Hoy muchos lamentan su partida, algunos porque de verdad la sienten, otros para quedar bien.

Pero es un hecho que nos hará mucha falta la incomodidad de don Samuel, esa incomodidad que irrita, pero provoca cambios, que molesta, pero lucha por justicia.

Esa incomodidad que les falta a otros sacerdotes, obispos y cardenales a los que nada parece incomodarles; pastores a los que más bien les acomoda la comodidad de los acomodados... Paran los dados. Tocó Serpiente.

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