Lunes, 21 de Octubre 2024
México | Por Vicente Bello

El gran arquero

Tren Parlamentario

Por: EL INFORMADOR

Refulgía sin duda con luz propia. De pronto tensó el arco; extrajo del carcaj la primera gran flecha; miró hacia lo más alto, e implacable y demoledor soltó: “El Producto Interno Bruto (PIB) se va a desplomar y habrá mucho desempleo”.
Carlos Slim Helú estaba provocando un gran estruendo desde la Cámara de Diputados. En un discurso de 15 minutos virtualmente desbarataba la política económica del Presidente Felipe Calderón. Hacía unos instantes, había dicho que justo ahora en que países como Estados Unidos, y los europeos, han comenzado a hablar del “nacionalismo económico” (decir a sus pueblos que privilegien el consumo de los productos de sus empresas), ojalá —decía Slim— “y para nosotros no sea (un) ‘sell-México’, (un) ‘vendamos México”.

Era la tercera sesión del Foro México ante la Crisis: ¿Qué Hacer para Crecer. Tres gobernadores (Zacatecas, Veracruz y San Luis Potosí), un secretario del Presidente (el del Trabajo), un representante sindical y gente de la academia habían expuesto ya sus respectivos pareceres, y propuestas.

Echó otra vez mano al carcaj. Colocó la vara entre la cuerda y el arco. Tensó. Y volvió a pegar donde más les ha dolido a esos hipócritas, ambiciosos y gandayas defensores del dizque libre mercado: “Hoy, el epicentro es la gran crisis de las instituciones financieras, por los grandes excesos que tuvieron en sus políticas neoliberales con falta de todo sentido de cuidado, yo diría principalmente del Gobierno de Estados Unidos. Y, obviamente, las consecuencias vienen en las decisiones de la falta de regulación y supervisión de las instituciones financieras internacionales, creando nuevos instrumentos y derivados, en que su factor principal es lo que llaman ‘apalancamiento’, la posibilidad de hacer con un peso, 20, o 30 o 50”.

No. No lo decía Andrés Manuel López Obrador, el opositor más satanizado por el régimen de Calderón y por el grupo que capitanea en México al sistema económico y financiero. Tampoco la gente del PT o el PC, tan acometidos por la descalificación a ultranza. No. Lo decía uno de ellos: Carlos Slim; el más rico; el más exitoso mexicano en esta Era de la globalización.

Pues fue él quien pronunció la palabra aquélla, que muchos ahora no quisieran ni pronunciar: “Fue una especulación con el petróleo, la especulación con los alimentos, que afortunadamente se vino abajo, los commodity en general, porque no había que dar nada y se creó una serie de jugadores, apostadores, neófitos, muchachos que llegaban creyendo que todo iba a ser para arriba y para siempre, y apostaban y apostaban. Y, bueno, esto es lo que estamos pagando”.

Hacía unos instantes, Slim se había parado sobre la roca firme del sentido común: “No hay soluciones simplistas al desarrollo sostenido”. Y abundaba: “El país pasó de ser una ciudad agrícola y rural a una sociedad urbana e industrial; ahora hay que pasar a ser una sociedad terciaria, de servicios, tecnológica, de conocimiento; tener contemplado qué es lo que esta sociedad y sus nuevos paradigmas reclaman, para irnos en esa dirección”.

Y otra vez en posición de arquero. “Pensamos que la inversión extranjera es maravillosa”. Pero advertía que tampoco es la panacea: “Parece que fuera un donativo. No lo es. La inversión extranjera viene porque estamos ofreciendo buenas utilidades. Las empresas modernas son los viejos ejércitos. Los ejércitos conquistaban territorios y cobraban tributos. Las empresas conquistan mercados y cobran dividendos, regalías, ‘royalty’, transferencias de equis y de ye y de zeta”.
Fue entonces cuando reviró hacia el mercado interno. Y decía: “Hay que volcarse hacia la economía interna. Obviamente necesitamos inversión extranjera y adoptar tecnología y tal; pero tenemos que volcarnos en la economía interna , cuidar mucho nuestra economía interna, impulsando las Pymes, la pequeña y mediana; bajar la mortalidad empresarial, impulsar que en México y no lo digo por nosotros (aludía al grupo que comanda, Carso)— que existan empresas fuertes que compitan internacionalmente”.

El ingeniero hablaba de pronto como egresado de la Facultad de Economía de la UNAM. “No hay países fuertes sin empresas fuertes. Si los países no tienen empresas fuertes están volviéndose neocolonias, de alguna forma; necestian tener fuerza. No internamente, sino hacia fuera, de poderse proyectar”.

Estaba adentrándose en las lides del comercio internacional, cuya caída “será importante”.
Carlos Slim soltó otra vez: “Parte del concepto del comercio internacional, se va a caer el empleo; habrá mucho desempleo. Va a subir el desempleo como no teníamos noticia en nuestra vida personal; van a quebrar las empresas, muchas chicas, medianas y grandes; van a cerrar los comercios; va a haber locales cerrados por todos lados; va a haber inmuebles vacíos. Es una situación que va a ser delicada. No quiero ser catastrofista, pero hay que prepararse para prever y no estar viendo las consecuencias después y estar llorando”.

Cuando dijo esto último, la figura de Felipe Calderón fue evocada por varios. Calderón hace unos días había demandado no ser catastrofistas. Por sus ambigüedades en el opinar —Felipe como dice hoy que sí, y como dice que no—, fue a él a quien muchos ayer le pusieron el saco aquel, de “no después se ponga a llorar”.

Sintieron tan rudo a Slim, que por el atardecer hasta algunos diputados priistas pujaban: “Fue un irresponsable”.

Temas

Lee También

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones