El coco de Fidel

El disidente cubano Guillermo Fariñas ha logrado lo increíble. Hacer que un régimen cruel escuche a un pueblo que dice basta. El ingrato mercenario cubano, como lo llaman algunos en La Habana, hace caminar para atrás al dinosaurio castrista.

Sacrificio y fuerza de voluntad se justifican por una causa mayor: la excarcelación de 52 reos políticos arrestados por disentir con un régimen que ya no puede resistirse al cambio.

Fidel Castro, el legendario comandante, es el dictador más longevo del planeta. Único propietario del poder proletario en Cuba desde hace medio siglo. Un dios. Ha visto pasar en línea a todos los presidentes de Estados Unidos desde Eisenhower, la invasión de Playa Girón, orquestada por Kennedy; la crisis de los misiles, la ira de Johnson, los coqueteos de Carter y Clinton, la política cavernaria de Reagan y los dos Bush, la indiferencia de Ford. Apenas se ha rozado con Obama. Cuenta la leyenda que Fidel sobrevivió a 600 intentos de asesinato patrocinados por la CIA, entre tantos, uno con puros envenenados y hasta “mata haris” con cuchillo escondido en el liguero. De película.

Castro resistió a sus enemigos. Ahora ya no resiste a su pueblo.
Esta vez, Fidel no pudo con la presión del modesto sicólogo y periodista disidente, a punto de la inanición fatal. El ayuno de Guillermo Fariñas logró lo que no pudo el Papa Juan Pablo II: tirar al Mar Caribe el último ladrillo del muro de Berlín. Fariñas es el coco de Fidel. Su sacrificio en defensa de los derechos humanos de la disidencia cumplió su cometido. El mundo volteó a mirar las vergüenzas del régimen castrista: la lucha de “El Coco”, la muerte de Orlando Zapata, Las Damas de Blanco, etcétera. Castro cedió a la presión internacional. Hubo negociación. Promesas. España fue clave. La Unión Europea podría suavizar la relación cubana con Estados Unidos. Asoma la posibilidad del fin del bloqueo cincuentenario. La vigésimo tercera protesta de Fariñas es la vencida. “Hay momentos en la historia de los países en que tiene que haber mártires…”, decía al inicio de la huelga hace 135 días. Fariñas ha purgado 11 años de cárcel por pensar distinto. Es duro. Necio. Ejemplar. Sigue en peligro.

Si algún día “El Coco” recupera la salud y camina por el malecón de La Habana, en una de esas tardes en que las olas mojan la avenida y juegan con millones de gotas que bailan en la luz del Sol, dirá seguramente: “Yo cambié esto, chico, yo cambié a mi patria”. Eso no es poca cosa.

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