Viernes, 29 de Noviembre 2024
México | Por Rossana Fuentes Berain

El amigo Carlos

La desaparición de una figura pública se observa y se analiza, la de un amigo se llora

Por: EL INFORMADOR

Rossana Fuentes.  /

Rossana Fuentes. /

La desaparición de una figura pública se observa y se analiza, la de un amigo se llora.

Carlos Monsiváis era mi amigo grande, grande por cuanto a su inteligencia y grande porque me llevaba un buen trecho de vida.

Monsi falleció el sábado 19 junio después de tres meses de una agonía imposible de imaginar para un ser humano absolutamente centrado en un valor fundamental: la independencia.

El cuerpo le falló a la tierna edad de 72 años. Como en la obra maestra de Margarite Yourcenar, sus últimos meses fueron un recordatorio de que “es difícil seguir siendo emperador ante un médico”, y que “el cuerpo, ese compañero fiel, ese amigo más seguro y mejor conocido que mi alma, no es más que un monstruo solapado que acabará por devorar a su amo”.

En la década de los sesenta, en la estación de radio de la Universidad Nacional Autónoma de México, la directora y maestra Nancy Cárdenas y el entonces joven cronista y colaborador de suplementos literarios Carlos Monsiváis tenían los domingos al medio día un programa titulado el Cine y la Crítica.

Había de ambos, reseñas de la filmografía nacional e internacional, todo el neorrealismo italiano y la nouvelle vague francesa, así como Werner Fassbinder y tantos otros eran parte de las conversaciones, y mucha, mucha crítica en la forma de la ironía y el humor que esos dos grandes compartían.

Mi papá era un abogado que apreciaba de igual manera el cine que la crítica inteligente; así que fue a través suyo que conocí por primera vez el nombre y la voz de Monsi. Era la década del movimiento estudiantil de 1968, ése que llevó a una generación a abrirnos la puerta de la esperanza democratizadora.

Cárdenas y Monsiváis sobrevivieron la represión de Tlatelolco y desde la UNAM continuaron su generoso magisterio, así como su gozosa complicidad artístico periodística para cimbrar a las buenas conciencias mexicanas.

Décadas y kilómetros de teclas después Carlos pasó de ser libro de texto a amigo de las redacciones. Sus conocimientos y su talento crítico lo colocaban por arriba de la mayoría de los periodistas con los y las que me ha tocado trabajar, pero además Carlos era divertido fuera de la tinta y el papel, de verdad lo era.

Sí, también era, como lo señalan aún personas muy cercanas, bastante misógino. O más bien bastante misántropo, porque maltrataba por igual a hombres y mujeres ¿razón? Vaya usted a saber: ¿La exigencia intelectual, el interés o desinterés hormonal?, ¡a saber! pero lo que si sé es que cuando se pasaba cierto umbral delineado inescrutablemente por él, su compañía y su intelecto nunca se escatimaban.

Escribía artículos pero también prólogos, presentaba libros, regalaba películas, se sentaba a darte cátedra, nadie como él para citar de memoria diálogos emblemáticos, evocar líneas narrativas, recordar escenas.

La última vez que lo vi fue en una cena en mi casa con el actual embajador de los Estados Unidos, Carlos Pascual, otra mente privilegiada y curiosa. Los Carlos hablaban en marzo del creciente impacto del narcotráfico en el país. Monsi citó al novelista inglés Charles Dickens: “El mejor de los tiempos es el peor de los tiempos”, y describió cómo en el México de 2010 se vivían vidas paralelas, unas totalmente signadas por la violencia y otras a las que ésta no les importaba en lo absoluto.

El lunes 21 de junio Pascual lo recordó en un acto público en el Estado de México; en su discurso, el embajador celebró su inteligencia y su talento crítico y democrático, subrayando, como tanto lo hacemos, que la pérdida es enorme para el país en su proceso de construcción democrática. En lo público y en lo privado la voz de Carlos Monsiváis deja una ausencia que desgarra el corazón.

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