Domingo, 20 de Octubre 2024

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México | Tren Parlamentario

El aleteo del 70 por ciento

Por: Vicente BELLO

Por: EL INFORMADOR

Con la elección a tiro de piedra, el Congreso de la Unión se ha internado ayer por los recodos de un sendero pedregoso y resbaladizo, justo en medio de una borrascosa crítica al sistema de partidos mexicano.

“¿Por qué el voto en blanco tiene contexto en este país?”, preguntó Javier González Garza desde la tribuna con la voz en cuello. “Porque estamos llenos de corrupción”, afirmó. “Porque lo que hacemos no nos da cohesión social; no avanzamos. Estamos hoy peor que hace tres años”.

Le habían precedido en la tribuna oradores de peso completo de Acción Nacional: Juan José Rodríguez Prats y Ricardo García Cervantes. “Estamos en proceso de una consolidación de una democracia frágil, embrionaria, vulnerable, en muchos casos viciada y que tenemos que vincular con la ética”, había dicho el primero. Y entonces, Rodríguez Prats latigueaba: “La democracia o es ética o no es”.

Ya César Camacho, diputado del PRI, había dicho que “todos los males de la democracia se arreglan con más democracia”. Y había sentenciado también: “Ubiquémonos, pues, con visión de futuro y con una actitud generosa en la posición de construir acuerdos, de discutir asuntos que trascienden en lo episódico electoral; los problemas de la inseguridad y la injusticia; la necesaria reactivación económica, con todo lo que trae consigo, y un clima de concordia elemental para poder construir los acuerdos”.

Buenas las dos frases, ironizaba Javier González Garza, las referencias que quienes le antecedieron en la palabra hicieron de la democracia. “Pero no tenemos democracia, ése es el problema; como tampoco ética”. Y entonces se preguntó: “¿Qué tenemos?”

Lo que hay actualmente, decía entonces el matemático metido a perredista, es la necesidad de tener que “hacer una diferencia entre un reclamo social, alrededor del voto en blanco. Y otra cosa, que es la búsqueda del debilitamiento del Poder Legislativo por los poderes fácticos; y acuso, en particular, a las televisoras, que constantemente están tratando de demostrar que el Legislativo no sirve para nada; que sólo es un gasto, cuando resulta que el Legislativo tiene funciones fundamentales. Quieren ese debilitamiento porque quieren ellos ser los del poder político”.

Un común denominador, en ese momento, era la oratoria de palabrería rebuscada, en la que legisladores como Rodríguez Prats son verdaderos maestros. Y cuando hablaban los panistas lo hacían como quien cuida el caminar en la orilla de un acantilado. Ningún panista hizo comentario alguno al pronunciamiento de González, referente a la falta de cohesión social del México actual.

Pero sí un priista: el chihuahuense César Duarte Jáquez. “Me llamó mucho la atención”, decía, “la afirmación del diputado González, de lo de la cohesión social”. Y apostillaba: “Tenemos mucha obra pública y nos hemos ido por el lado de la obra pública; nos hemos ido a valorar los gobiernos a raíz de su obra pública, pero ¿qué ha pasado con la obra política?”

Duarte remachó: “¿Qué ha pasado con la obra política que toda la nación requiere de los liderazgos para diseñar y orientar a la sociedad en torno a los valores, en torno a la ley, en torno al marco jurídico que tenemos, y que está vigente? Y Mientras que la sociedad mexicana no le dé la mayoría absoluta, tenemos una Constitución, que es un programa de gobierno inacabado, con una gran expectativa todavía de programas, pero que finalmente debemos de cumplir mientras la sociedad mexicana no le dé a alguien la mayoría absoluta para cambiar”.

Duarte entonces ejemplificó a propósito de lo de la cohesión social: “El presidente Juárez no fue capaz de hacer un puente de madera en el país; no tuvo condiciones de hacerlo, pero hizo una gran obra política; un sin ‘comunicaciones’, aun sin carreteras, con el aislamiento de etnias, con la dispersión de nuestras regiones, y logró con esa obra política la cohesión social”.

Callaban todos. Duarte les volvió a decir: “Había muchos que no pensarían como él, seguramente, o que no entenderían lo que les decía él, pero el espíritu de los valores superiores de la nación mexicana se mantuvo, y ése es precisamente el que debemos todos de asumir con un gran compromiso, resolviendo las dificultades, resolviendo la corrupción, las diferencias, las competencias, pero reencontrándonos con esos valores superiores que hemos perdido y que son los que tienen en peligro de dispersión social a nuestro país”.

Ya nadie del PAN habló. Además de Rodríguez Prats, habían estado en la tribuna Ramón Galindo y Ricardo García Cervantes.

Al PAN, hacía unos minutos, el perredista les había restregado la actitud displicente del régimen y del panismo hacia las críticas que gente sin partido han hecho, recientemente. Y entre tales habían citado a Denise Dreasser. García Cervantes —sin meterse sin tirar la flecha directamente— dijo: “Pero si hay un ciudadano que no quiere participar del quehacer político para los fines exclusivos de la integración de la representación nacional o el acceso a los cargos públicos, pero que hace política y no puede decirse que es un ciudadano apolítico cuando participa desde la intelectualidad (sic) de los medios o de cualquier forma de influencia frente a la sociedad, a su comunidad, por supuesto que yo aquí vengo a decir que soy político y que no me pongo el saco que aquí lanzan sobre la clase política de ser corrupto”.

Y apostillaba entonces el panista: “En esta tribuna me declaro honesto y que el que tenga pruebas de decir que todos los políticos son corruptos que me investigue a mí y a muchos de ustedes que me consta su buena fe, su rectitud en la intención y su conducta ética personal y profesional”.

El tema había sido la elección del 5 de julio. Con un verbo rebuscado intentaron caminar por ese sendero resbaladizo que es hablar de una clase política que una gran parte de la población dice no tragar ya ni con aceite. El dato del INEGI de que se prevé que 70% del padrón no asistirá a las urnas, pesaba sobre el Pleno como el aleteo de un ave de mal fario.

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