Viernes, 29 de Noviembre 2024
México | CLAVE POR LUIS ERNESTO SALOMÓN

El Jefe Diego

La enorme difusión de la información de policía, nos ha conducido a perder en buena parte nuestra capacidad de asombro

Por: EL INFORMADOR

Luis Ernesto Salomón.  /

Luis Ernesto Salomón. /

Durante la tarde de ayer corrió la versión de que Diego Fernández de Cevallos estaba de regreso. No se aclaraba si vivo o muerto. Se especulaba que la familia daría una conferencia de prensa en Querétaro por la noche. Independientemente de la confirmación de esta información vale la pena referir algunas ideas respecto a la situación social y política que vivimos.

La escenificación del espectáculo de la política, que vivimos en los últimos años nos hace perder de vista la dimensión humana de las historias trágicas de miles de personas, que como los miembros de la familia de Diego Fernández, se duelen en la parte más íntima de su existencia.

La enorme difusión de la información de policía, nos ha conducido a perder en buena parte nuestra capacidad de asombro. Nos hemos vuelto indiferentes ante el dolor del prójimo. Perdemos el sentido más profundo de la solidaridad.

La disyuntiva entre difundir información que satisfaga un morbo superficial, como en el caso trágico de Diego, o evadir por respeto a la familia el asunto, es un tema muy frecuente en las redacciones y otros espacios periodísticos.

Si esto es delicado en la información que recibimos los adultos, resulta aun mucho más sensible y de mayor responsabilidad cuando se trata de explicar a los niños estos hechos. Los noticieros, las revistas, los periódicos, la radio y el Internet están sujetos a la tensión moral entre los impulsos, la supuesta necesidad del mercado y la obligación de respetar la dignidad de las personas.

Celebremos que existen medios de comunicación masiva como el que publica estas líneas que aún se cuestiona constantemente, estos temas, y fustiguemos la fácil solución de publicar notas llenas de sangre, fotos de presuntos delincuentes que aún no son acusados, imágenes tomadas desde las ambulancias y desde la barandilla que se han convertido en la diversión malsana en muchos hogares, en donde los niños deben preguntarse en donde termina la realidad y comienza la ficción.

El derecho a saber es una prerrogativa reflexiva, no un asunto de diversión y esparcimiento, aunque sea para saciar morbos. Presentar la información para provocar que fluyan las ideas y no solamente los sentimientos es la clave del periodismo. Este rigor no es sencillo ante la tentación de sucumbir ante la facilidad de retratar cadáveres que nos sabemos por qué fueron privados de la vida.

Las autoridades, que también contribuyen a crear este ambiente de superficialidad con anuncios en donde hace publicidad de  supuestos logros policiacos, sin cuestionarse aspectos de rigor en la difusión de la información, se quejan luego de las consecuencias que ellos inducen.

Es hora de parar. Es hora de debatir en libertad los parámetros que tenemos que seguir en el periodismo vinculado a la inseguridad. Ni más periodistas asesinados, ni más Diegos secuestrados, ni más versiones sin fundamento que aumentan la ansiedad de una sociedad que reclama orden. públicamente a todos los que no pensamos como él?

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