Por lo menos desde 2001, varios acontecimientos parecen sugerir que en el Medio Oriente es incipiente una cuarta ola democratizadora, que a diferencia de la tercera ola, que inició en las calles de Lisboa en 1974 y que se extendió a América Latina en los ochenta, la más reciente ola no inició en las calles de Kabul o Bagdad, sino en el Pentágono y la Casa Blanca.La Operación “Libertad Duradera” con la cual el Gobierno de George W. Bush derrocó el régimen talibán en Afganistán en 2001, y la posterior invasión ilegal a Iraq y el derrocamiento de Saddam Hussein en 2003 inició una democratización exógena e impuesta en la región conocida como el Gran Medio Oriente —término usado por la Administración de Bush y que abarca desde Marruecos hasta Pakistán—.En noviembre de 2004, la muerte de Yasser Arafat en los territorios palestinos abrió la esperanza de que pronto vendría un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos.Para nadie es secreto que para los estadounidenses Arafat era el obstáculo a vencer para un acuerdo de paz en la zona.La elección de Mahmoud Abbas como sucesor de Arafat en 2005 impulsó la reactivación de las negociaciones de paz con los israelíes, pero seis años después no hay acuerdo de paz a la vista.La variable Arafat no tuvo efecto y al contrario, la organización Hamas accedió al poder por la vía de las urnas.Unos meses después de la muerte de Arafat, Hosni Mubarak, el hombre que gobierna Egipto como faraón desde 1981 bajo decretos de excepción, simuló una apertura al apoyar una enmienda constitucional que permitiría a candidatos opositores a su partido presentarse a los comicios presidenciales del otoño de 2005.Sin embargo, la simulación de Mubarak quedó al descubierto cuando encarceló a Ayman Nour, un líder opositor que empezaba a ser visto como la esperanza de la transición.La oposición egipcia se resignó entonces y Mubarak siguió controlando el sistema político sin sobresaltos hasta esta semana, en la que grupos de jóvenes seculares han salido a las calles a desafiar al régimen de Mubarak, envalentonados por los sucesos recientes en Túnez y armados por las redes sociales, que han utilizado como plataforma para difundir sus mensajes y para extender el repertorio de la protesta en un país en el que tres décadas de dominio de Mubarak, cobijado por Reagan, Bush padre, Clinton, Bush hijo y Obama hasta ahora, habían adormecido a la sociedad civil.Obama se encuentra hoy en un dilema. En un discurso pronunciado en 2009 en la Universidad de El Cairo, el presidente estadounidense dio su visión sobre la democracia en el mundo del Islam.A diferencia de Bush, Obama no creía en la imposición, para Obama la democracia debía llegar al Medio Oriente surgida de las calles, de la mano de los ciudadanos de los distintos países de la región, justo como está sucediendo hoy.Sin embargo, Mubarak ha sido un aliado confiable para los intereses de Estados Unidos en el Medio Oriente.Por ello, las declaraciones emitidas por el vocero de la Casa Blanca y por la misma secretaria Hillary Clinton han sido mensajes llenos de ambigüedad: Mubarak debe respetar el derecho universal a la libre expresión del pueblo egipcio, pero el Gobierno de Mubarak es estable. Un juego doble.Nadie puede predecir qué sucederá en Egipto con estas marchas, pero lo cierto es que la caída del presidente Ben Ali en Túnez, las protestas que se contagian por Yemen, Algeria y Egipto, así como la enorme plataforma de salida que representan las redes sociales para difundir la represión que se está utilizando contra la población civil, bien podrían ser en efecto el principio de una ola democratizadora en el Medio Oriente que ahora sí viene desde las calles.En algún rincón de Texas George W. Bush ha de estar sonriendo…