Miércoles, 27 de Noviembre 2024
México | PALESTRA 20 POR JORGE O. NAVARRO

Dos diputados mandones

El presupuesto público es un pastel que unos pocos parten en el afán de quedarse con el trozo más grande

Por: EL INFORMADOR

La mesa quedó servida. Hablo en lenguaje culinario porque es más que conocida la metáfora: el presupuesto público es un pastel que unos pocos parten en el afán de quedarse con el trozo más grande, y porque el Congreso del Estado se convirtió hace muchas legislaturas en un auténtico banquete al que sólo tienen acceso los diputados en turno y sus allegados más cercanos.

A partir de que comience el mes de febrero, serán 39 nuestros diputados —los 40 que se van aprobaron una reforma que presume generosidad después de recortar una curul— y prácticamente desde ahora se conoce quiénes serán los mandones en Palacio Legislativo: el priista Roberto Marrufo Torres y el panista Abraham González Uyeda. Ambos fueron elegidos ya, por sus dirigentes partidistas, como coordinadores de fracción.

La de Jalisco es una historia que se repite en cualquier Congreso estatal del país. Los diputados ocupan sus escaños durante un trienio y su margen de maniobra está estrictamente condicionado por dos factores: la aspiración de ocupar un nuevo cargo, incluso antes de que acabe su gestión, y la obediencia a la dirigencia partidista que les permitió llegar al puesto por la vía de un complejo sistema interno de elección, en el que poco o nada tiene que ver la ciudadanía, salvo cuando compiten abiertamente en la elección constitucional (diputados de mayoría).

Estos dos candados cierran un estrecho círculo vicioso que le impide a cualquier legislador actuar con libertad. El que no está obligado por sus dirigentes a apoyar ésta u otra iniciativa, desprecia cualquier acción que no abone a favor de su carrera política. Quien no obre en la Legislatura acatando ambos principios, opera en contra de sí mismo; y ejemplos sobran, pues quienes se han atrevido a ir contra los líderes de su partido en una votación o iniciativa, acaban “apestados” y relegados.

El caso de Enrique Alfaro, hoy alcalde de Tlajomulco, es una muestra reciente: su coordinador de fracción, Samuel Romero, lo expulsó de las comisiones legislativas en las que participaba; el castigo fue político, porque Alfaro ya se iba a su nuevo cargo, pero el mensaje evidenció dónde está la fuerza, y evidentemente no en el lado de Alfaro.

En este escenario, quienes tendrán “el cuchillo por el mango” son González Uyeda y Marrufo Torres.
El panista, abiertamente, apuesta por construirse una carrera como candidato a gobernador. Lo entrevisté hace una semana y públicamente declaró que muchos quieren la gubernatura, pero lo que cuenta es “quién puede”. Él se ubica en el grupo de los que pueden. Sus motivaciones como diputado estarán regidas por eso.

Marrufo, un priista con tres décadas en el “ajo político”, llegó a coordinador porque Beatriz Paredes lo designó. No puede ser gobernador —aunque quiere—, pero está en el Congreso para beneficiar a un PRI que ve muy cercana su vuelta a Palacio de Gobierno.

No nos engañemos con falsas ilusiones. El Congreso seguirá siendo lo que es: no uno de los poderes del Estado. Será un pastel donde la tajada más grande será para el más fuerte.

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