Discriminar al diferente

La Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación es clara: se entenderá “por discriminación toda distinción, exclusión o restricción que, basada en el origen étnico o nacional, sexo, edad, discapacidad, condición social o económica, condiciones de salud, embarazo, lengua, religión, opiniones, preferencias sexuales, estado civil o cualquier otra, tenga por efecto impedir o anular el reconocimiento o el ejercicio de los derechos y la igualdad real de oportunidades de las personas”. Subrayo la discriminación basada en las “preferencias sexuales”.

Aprobada en el sexenio pasado, la referida ley es el marco en el que actuará, afirma, el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), luego de que antier abrió “procesos de investigación” tras las quejas que recibió en contra de las declaraciones del cardenal tapatío Juan Sandoval Íñiguez, y de “otros ministros de culto de la Iglesia Católica”.

Recordemos que el cardenal hizo carambola política con su aseveración de que el jefe de Gobierno del Distrito Federal “maiceó” a los magistrados que aprobaron los matrimonios entre personas del mismo sexo. Sin ofrecer pruebas, acusó a Marcelo Ebrard de que, “con organismos internacionales”, sobornó (connotación de “maicear”, más allá de su traducción de “dar maíz a los animales”) a los ministros que, sostuvo, “recibieron dádivas”. Tras la declaración incendiaria, ya respondieron al cardenal los acusados, y ya defendieron a éste autoridades religiosas.

Pero más allá de las reacciones políticas o legales, si bien el arzobispo ejerce su derecho a expresar su respetable opinión sobre lo aprobado por los ministros, un elemento preocupante, no el único, es que sus continuas declaraciones anti homosexuales podrían alentar a católicos fanatizados a tomar acciones violentas contra personas con preferencias sexuales diferentes a las que aprueba la Iglesia Católica. Las diatribas contra los “maricones y lesbianas” que podrán adoptar niños no son las primeras ni provienen de un cura pueblerino sino de un cardenal. Del linchamiento y discriminación verbal al linchamiento físico realizado por quienes se supongan o auto adjudiquen ser emisarios de Dios, no hay más que un paso. Las instituciones religiosas, al igual que otras, suelen tener sus propios “talibanes”.

Antes que lesbianas u homosexuales, son personas y son ciudadanos, con iguales derechos y responsabilidades que otorga la ley a cualquier mexicano. En lugar de un discurso amoroso o de aceptación a los que son diferentes, que piensan distinto, que tienen otras preferencias sexuales, hasta ahora sectores de la Iglesia Católica los han hostilizado, estereotipado, condenado, discriminado.

Si bien el Conapred indagará las protestas que acusan de discriminador al cardenal, no pasará gran cosa: es un organismo “sectorizado” a la panista Secretaría de Gobernación.