Diputados del mismo molde

Los diputados son hace mucho el blanco del enojo y la indignación. En la actual Legislatura no es posible hallar ni con la mejor voluntad, a uno que goce del favor social general.

Pero por efecto de una fórmula alquímica de nuestra democracia, esos mismos diputados que tanto se repudian, resisten impasibles, literalmente blindados por la disponibilidad de recursos económicos y el poder de sus facultades legales.

No hay memoria de algún legislador que haya renunciado al cargo, apurado porque su imagen pública se deshonra por las críticas. Todos se quedan. Y si acaso se van es porque aspiran a otro cargo público más importante.

Ésta es la marca indeleble de los diputados (y diputadas) y no hay manera de borrarla, a menos que una reforma con más forma de terremoto que de simple cambio en las leyes, les quite las prerrogativas.

Así caracterizados, los 39 legisladores de Jalisco están por cumplir un año. Protestaron en el cargo el 1 de febrero de 2010 y han visto correr una tercera parte del tiempo que durará su encargo, sin apenas resultados.

Fuera de aquel popular arranque encabezado por Abraham González Uyeda (cuando todavía tenía ánimos para tratar de coordinar a los diputados del PAN) para desaparecer el cobro de la tenencia vehicular, y además de las reformas que todo mundo conoce como “ley antiborrachos”, realmente no hay nada rescatable. Va una breve lista de sus promesas incumplidas:

— El saneamiento de las finanzas del Congreso y recorte de su abultada nómina.

— Las reformas para fortalecer las figuras de democracia directa, en particular la revocación de mandato, que fue una de las banderas de campaña de varios de ellos.

— Los siempre retrasados análisis y votación de las reformas en los ámbitos de justicia y combate a la delincuencia, que precisamente se notan por su ausencia cada vez que hay ejecuciones, balaceras o denuncias de corrupción entre policías y narcomenudistas.

Los pendientes podrían sumar decenas, y no apenas los tres anteriores, pero si esta Legislatura cumpliera con los mencionados, marcaría una diferencia a su favor.

Debe reconocerse que la tarea de los diputados es tremendamente difícil. Una Legislatura saliente deja lastres a la entrante y con los años se acumulan. Luego están los compromisos políticos de cada legislador, y encima los cálculos electorales, los personales y los partidistas. Es casi imposible dar resultados, salirse del libreto, cuando están tan acotados.

Por un proceso viciado que sólo apunta a podrirse más, el modelo político electoral generó una suerte de molde que hace de todos los diputados la misma cosa. Los de ahora sólo pueden ser más malos que los de antes o quizá, con suerte, iguales. Hay que romper el molde.