Desgastado

Así es como se puede ver en la actualidad al Presidente de todos los mexicanos, Felipe Calderón Hinojosa y la verdad es que no es para menos, aunque de alguna manera sea explicable que los mandatarios entran muy giritos a su administración y terminan arrastrando la cobija, llenos de canas
o de plano sin pelo, dada la carga de trabajo, responsabilidad y presiones cotidianas a las que se ven sometidos.

El caso es que de acuerdo con el calendario, a Calderón Hinojosa aún le restan dos años para poder retirarse a disfrutar de la jugosa pensión de que gozan todos los ex presidentes de la República –excepto Ernesto Zedillo, quien renunció a esta prestación- y la verdad es que se puede apreciar a
leguas que ya no puede con la carreta.

Basta con ver las imágenes que a diario se publican en todos los medios o en la televisión, y sin necesidad de ser expertos en la ciencia que permite analizar y descubrir el estado físico y psicológico de una persona, nos podemos dar cuenta del tremendo desgaste que le ha significado, aunque resulta difícil poder discernir cuál o cuáles de los problemas por los que atraviesa el país es el que más le aflige o preocupa, pues al menos él y los suyos gozan de un excelente empleo, con altos sueldos y magníficas prestaciones, además de los negocios que a esas alturas se les presentan y que la verdad resulta difícil de poder dejar pasar.

De hecho, la historia de nuestro país consigna algunos presidentes como Benito Juárez y otros –de los cuales se afirma que al igual que el mencionado, también obraron con decencia, honradez y congruencia en su paso por la máxima Magistratura- no obstante, sus hijos, nietos y bisnietos
continúan gozando de influencia, poder y dinero, vaya usted a saber.

Así pues, no es para menos la cara de preocupación que muestra ahora Felipe Calderón, sobre todo porque no se ve qué de su administración se pueda presumir como un legado.

 Y si a ello le agregamos que de lo poco que ha logrado trae tras de sí a funcionarios de su gabinete
con serios problemas judiciales —y si no al tiempo—.

Por otro lado, su principal obsesión: su Partido Político (Acción Nacional), en el que se encuentra ocupado la mayor parte del tiempo, tampoco tiene un panorama halagador, y con alianzas o sin ellas, el camino se ve muy empedrado como para pensar que con algunas acciones mediáticas de último
momento puedan cambiar la percepción y opinión pública.

Luego entonces, tiene razón en mostrarse molesto, pero la ciudadanía no tiene culpa de ello, son los suyos, sus cercanos los que le deben rendir cuentas.